Hace unos días, Facebook presentó Moments, una aplicación con la que la red social pretende competir con Google Photos. El concepto tras esta aplicación es sencilla: durante un evento, mucha gente hace distintas fotos desde múltiples dispositivos y la promesa de «sí, no te preocupes, te las enviaré» se queda en eso, una simple promesa. Moments quiere solucionar eso ordenando tus fotos por eventos y analizándolas con un software de reconocimiento facial para encontrar las fotos en las que salgas.
Como destacan desde Facebook, esta herramienta está pensada para compartir fotos en círculos reducidos, pero la aplicación del reconocimiento facial en una red social tan usada como la de Zuckerberg puede significar abrir la puerta a un monstruo cuyas dimensiones tal vez no hayamos calculado bien: la cotidianización de estas tecnologías. El hecho de que Facebook no haya lanzado esta aplicación ni en Europa ni en Canadá debido a los problemas legales que se ha encontrado en otras ocasiones debería ser un aviso.
Facebook no ha inventado hoy el reconocimiento facial, ni es la primera vez que lo usa -hasta ahora te sugería quienes podían ser las personas que aparecen en las fotos-, Microsoft usó algo similar en la herramienta que calculaba tu edad que se viralizó hace unas semanas, mientras que agencias de seguridad o casinos han estado usándolas durante años, pero para el gran público hasta ahora es poco más que una cosa que sale en las películas.
Abrir la puerta a un monstruo orwelliano
En el momento en el que la gente se acostumbre a un uso diario del reconocimiento facial podemos adentrarnos en una terrible pesadilla orwelliana. Vivimos en un mundo en el que un tuit de hace cuatro años puede ser usado como arma política para hacer dimitir a un cargo público democráticamente elegido, ¿hasta dónde puede llegar la Inquisición de poder reconocer las caras de una cámara de vigilancia frente a una iglesia, mezquita, local gay, o frente a la sede de cualquier partido político? El Gran Hermano te observa y está afilando los cuchillos.
Como explican en fortune.com, tras la puesta en marcha del reconocimiento facial para etiquetar fotografías en 2013, el comisario de privacidad canadiense declaró que «tener a nuestra disposición reconocimiento facial barato puede llevar a normalizar la vigilancia con el tiempo. Todavía no hemos llegado al punto en el que podemos sacar una foto por la calle e identificar a las personas con nuestro teléfono y conseguir información y acceso a ellas, pero esa realidad puede no estar muy lejos».
Salvo gemelos y casos excepcionales, nuestra cara es un elemento único, y una herramienta de identificación tan poderosa o más como las huellas dactilares pero con la diferencia que una simple foto puede ser suficiente para identificarnos y aunque por ahora tiene más ventajas que inconvenientes, pero significa un precedente peligroso para el que la legislación debería estar preparado y ante el que deberíamos tener bastante cuidado.