Es posible que en los últimos meses hayas oído habla de unas negociaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos para crear un espacio de libre comercio. Se trata de la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión (TTIP por sus siglas en inglés, Transatlantic Trade and Investment Partnership). Entre ambos suman un 60% del PIB mundial, un tercio del intercambio de bienes y servicios y suman 800 millones de consumidores, por lo que de llegar a buen puerto, se crearía la mayor zona de libre comercio del mundo.
Las negociaciones para este tratado comenzaron en 2013 con el objetivo de terminar para finales de 2014, pero actualmente las negociaciones continúan y se espera que se alarguen hasta 2016 o 2017. A simple vista esto puede parecer otro tratado comercial más, como hay miles a lo largo y ancho del mundo, pero no es exactamente así. La gran mayoría de estos tratados se centran en la reducción o eliminación de los aranceles, pero estos ya son prácticamente testimoniales entre EEUU y la Unión Europea. El promedio de tarifas que impone la UE a productos americanos es del 5,2% mientras que Estados Unidos sólo carga con un 3,5% a los europeos.
¿Qué es el TTIP? Mucho más que un simple acuerdo comercial
¿Qué se está negociando entonces? Pues las leyes. No sólo se busca igualar las regulaciones entre ambos territorios, pero más allá de eso Estados Unidos propone la creación de un tribunal de arbitraje que permita a las empresas obviar el sistema legal de cada país y acudir a él en caso de que algún país miembro quiera modificar sus leyes de forma contraria al tratado. Alemania y Francia son contrarios a este punto, ya que hay antecedentes que gracias a este tipo de tribunales las multinacionales han logrado imponer su criterio al de los legisladores.
Los defensores de este tratado aseguran que hará crecer el PIB de ambas zonas un 0,5% en diez años y que generará hasta dos millones de puestos de trabajo, previsiones que no suenan mal aunque economistas como Susan George relativizan al asegurar que esto equivaldría a un café por ciudadano para el año 2017.
El secretismo con el que se están llevando a cabo las negociaciones también es llamativo, ya que todo lo que se sabe es gracias a filtraciones. Incluso los eurodiputados tienen un acceso tremendamente limitado a los documentos de la negociación tras firmar un contrato de confidencialidad de 14 páginas que incluye consecuencias penales en caso de romperse. Además, Estados Unidos está negociando un acuerdo similar con varios países del Pacífico -Brunéi, Chile, Nueva Zelanda, Singapur, Australia, Canadá, Japón, Malasia, México, Perú y Vietnam- el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica o TPP, con elementos muy parecidos y también en secreto, y cuyas filtraciones pueden servir también para hacerse una idea de qué se busca con el TTIP.
La UE asegura que no será una puerta trasera para imponer el ACTA
Aunque en principio se trata de un acuerdo comercial, en realidad engloba cuestiones muchísimo más amplias -como ya hemos dicho, una homogeneización de las leyes y normas de ambos espacios – ¿Y cómo afectará esto a Internet? El mayor miedo es que este tratado sirva como una puerta trasera para la introducción del ACTA, el Acuerdo Comercial Antifalsificación que se negoció entre 2008 y 2010 y que finalmente fue descartada por la Unión Europea debido en gran medida por la fuerte oposición pública que encontró.
Esta ley hubiera permitido el bloqueo de páginas web que difundieran material protegido por derechos de autor y que las operadoras vigilasen el tráfico y controlasen las descargas, y en caso de que un usuario accediera de forma ilegal a este tipo de contenidos se le podían aplicar multas, bloquear el acceso a la red o incluso podía conllevar penas de cárcel.
La propia Unión Europea niega en la sección de su portal que dedica al tratado que se vaya a intentar introducir en el TTIP una ley como el ACTA. El Parlamento Europeo votó en contra de esta ley el 4 de julio de 2012 y la Comisión Europea -encargada de las negociaciones del TTIP- respeta esta decisión. Aunque afirma que tanto EEUU como la UE están de acuerdo en que la infracción de los derechos de autor son malos para la economía, consideran que ambos tienen leyes efectivas aunque sea con aproximaciones diferentes. La Unión Europea, al menos, parece cerrar la puerta a una ley de este tipo, al menos de cara al público y las negociaciones están más encaradas a los derechos de autor cuando se reproducen contenidos en lugares públicos.
¿Una nueva batalla por la neutralidad de la red?
Otro miedo que ha burbujeado durante los últimos meses es que las negociaciones contemplasen acabar con la neutralidad de la red, una idea que algunas multinacionales y lobbys neoliberales llevan persiguiendo desde hace algún tiempo. Actualmente las operadoras de Internet están obligadas a ofrecer acceso por igual a todas las webs y servicios, pero si se acabase con la neutralidad de la red estas podrían priorizar unas sobre otras, dando más ancho de banda a aquellas que pasen por caja y reduciéndoselo hasta el punto de ser inservibles otras.
Por poner un ejemplo práctico: una operadora podría impedir que un usuario accediese a la web de la competencia para pedir la portabilidad o bloquear el acceso a informaciones que fuesen en contra de sus intereses y además tendría graves consecuencias para la libertad de expresión, de información y para la privacidad de los usuarios.
En este frente, los defensores de la neutralidad de la red lograron una victoria importantísima el pasado 28 de febrero cuando la FCC (La Comisión Federal de Comunicaciones) votó a favor de considerar el acceso a Internet como un servicio público, una decisión que pone freno a quienes pretendían liberalizar la web pero que ni mucho menos es algo definitivo ya todavía deberá pasar por el Congreso, actualmente dominado por los republicanos. Además la FCC tomó esta decisión con tres votos a favor y dos en contra, lo que deja claro lo ajustado del debate.
A raíz de esta resolución, el Parlamento Europeo realizó una votación en la que reafirmaba su posición a favor de la neutralidad de la red, si bien es verdad que era un acto simbólico al estar fuera de ningún proceso legislativo. Si bien es verdad que la opacidad de las negociaciones entre EEUU y la UE impiden saber qué se está negociando y es bastante posible que en algún momento se haya discutido la neutralidad de la red, la posición de ambas potencias en este aspecto parece indicar que la neutralidad de la red no se verá afectada al menos a corto plazo.
La industria tecnológica, en contra de su «acuerdo hermano»
De los documentos filtrados el TPP -el acuerdo «hermano» que Estados Unidos negocia con países del Pacífico- se deduce además que crearía un ambiente especialmente hostil para periodistas y sus fuentes, ya que se consideraría un crimen revelar secretos corporativos a través de sistemas informáticos aunque la actividad expuesta fuese en contra del interés público, apoyándose en un lenguaje peligrosamente vago.
Además, más de 250 compañías tecnológicas han firmado una carta reclamando al congreso una mayor transparencia sobre este tratado, si bien destaca la ausencia de algunos gigantes como Google, Facebook, Amazon, Microsoft o Apple, algunas de las cuales podrían haber accedido a información a documentación clasificada sobre este tratado.
Una opacidad impropia de la democracia
Queda todavía más de un año de negociaciones y es muy posible que todos los puntos aquí mencionados cambien para cuando el tratado llegue a su forma final. Una vez finalicen, la Comisión Europea presentará el texto al Consejo de la Unión que deberá aprobarlo por mayoría cualificada, es decir, el 55% de los estados que sumen el 65% de la población). Entonces pasará a ser votado por el Parlamento Europeo y después lo ratificarán los parlamentos nacionales, que sólo podrán votar la totalidad del proyecto sin hacer enmiendas. Por ahora no se contempla ningún referéndum.
Sean cuales sean las condiciones del tratado, una cosa es absolutamente cierta: que una negociación de este calado, que va mucho más allá de un acuerdo arancelario y que puede llegar a afectar a la capacidad de cada país para elaborar sus propias leyes sea llevada a cabo con semejante opacidad va en contra de la esencia de la democracia y genera una sensación de «estos están tramando algo» que dispara la desconfianza de la gente hacia el poder fruto de los últimos años. En una democracia estos tratados deberían realizarse a la luz pública y no con subterfugios entre las sombras propias de otros siglos.
Imagen de cabecera wdr.de