Los smartphones nos han hecho la vida mucho más fácil, muchos de nosotros -qué demonios, todos- casi preferiríamos que nos cortasen algún dedo antes que perder el móvil (el pulgar no, que lo necesito para teclear). Y reconozcámoslo, muchos hemos utilizado nuestro teléfono como coartada para salir de algún momento incómodo, haciendo ver que nos llamaban o hacer ver que no has visto al amigo plasta de tu no-novia simulando estar escribiendo un mensaje muy importante… sin desbloquear la pantalla.
Pero a veces el smartphone se puede tornar en un sucio traidor, conspirador y clavarte una estocada por la espalda cuando menos te lo esperas. Hay un buen número de situaciones tremendamente incómodas generadas por los smartphones.
La galería de fotos, peligro over 9.0000
Esta es un clásico que nos ha pasado a todos. Tú estás felizmente enseñando las fotos de ese día que hiciste paracaidismo a la chica que te gusta y de golpe ¡zas! aparece ese meme de la señorita desnuda acompañada de un señor de enorme miembro con el texto «lo quiero por su interior». Lo quieres pasar rápido para correr el tupido velo, pero entonces aparece la portada de Playboy que te mandó tu amigo salido y al pasarlo, el selfie que te hiciste borracho después de haber intentado sorber el vodka por la nariz usando dos pajitas al estilo morsa. Y entonces te mueres por dentro.
Las ventanas del Whatsapp las carga el diablo
El equivocarte de ventana y poner algo en el lugar equivocado es un clásico desde los lejanos tiempos del MSN Messenger, pero la llegada del Whatsapp y de sus grupos ha multiplicado sus efectos, sobre todo los grupos de ‘petit comité’. Esos grupos que se crean a partir de un grupo de 15 o más personas, cuatro crean uno paralelo normalmente fundamentado en criticar a algún miembro del grupo grande -¡Maldito Miguel, qué mal me caes!-. Es una cuestión de tiempo antes de que alguien se equivoque y un descriptivo epíteto sobre Miguel acabe en el grupo grande. Así empezó la Guerra de los 100 años, por una crítica al petardo de Miguel. True Story. Y aquí la excusa del autocorrector no te salvará.
Los tonos de llamada jocosos están bien hasta que…
Bien, aquí vamos con una historia real. Me gusta poner tonos de llamada en plan broma sobre la gente. Tengo un amigo que es un poco bocachancla: Bigmouth Strikes Again de The Smiths; otro que es más madridista que Roncero y fan de Coldplay hasta el año del triplete del Barça: Viva la vida; Mi padre: la Marcha Imperial de Star Wars; y a mi amigo del PP: la internacional socialista. Entonces llegó un día, en la cumbre de mi jocosidad, que decidí ponerle a un amigo gay el tono de I Want To Break Free de Queen. ¿Os dais cuenta de lo terrible de la idea, verdad? Pues yo no. Hasta que me llamó. Y me sonó. En una reunión del Ku Klux Klan.
Juego de tronos
Para muchos, ese momento en el que te sientas tranquilamente para dar rienda suelta a tu vida interior es lo mejor del día. Con toda seguridad sea el aspecto de nuestras vidas que más ha cambiado por los smartphones, que hemos pasado de llevarnos una revista a llenar nuestras pantallas de bacterias fecales. Estás tranquilamente compartiendo confidencias con el señor Roca, entretenido por tu teléfono (duda existencial: si juegas a Angry Birds en el retrete ¿es un Juego de Tronos?), cuando de golpe te llega una videollamada de la chica que te gusta ¡con lo que te había costado convencerle de que la chica esa en pelotas de tu galería te lo había mandado un amigo!
Entonces empiezan los nervios. No le puedes coger, pero le quieres coger. Te levantas a toda prisa, te limpias -con prisa pero bien, por supuesto- y apoyas el teléfono sobre la cisterna, te miras en el espejo para asegurarte que estás presentable y por el rabillo del ojo ves como, con la vibración de la llamada el teléfono se va acercando al borde del precipicio, te lanzas a por él al estilo Casillas -en sus buenos tiempos- y… la chica ha colgado.
Olvidadas búsquedas a altas horas de la noche
Todo el poder de Internet en tu mano, eso es un smartphone. Cualquier búsqueda que se te ocurra, tienes la respuesta disponible 24 horas al día. Y eso puede ser un cierto peligro para los que tenemos cierta tendencia a no cerrar las pestañas de Chrome hasta que contador ya directamente te dice que las cuentes tú si tienes narices. Y es que a partir de las dos de la madrugada es mejor no buscar nada que no quieras que alguien vea al día siguiente. Porque siempre existe el amigo que se ha quedado sin batería que te va a pedir el teléfono para buscar algo y verá que tu último googleo ha sido «número de calorías quemadas por un pedo». Y ahí van, ochenta horas visionando cine de Malawi para hacerte el intelectual tiradas a la basura.
Oscuros secretos al descubierto
Dicen que la crisis económica nos ha convertido a muchos en la nueva generación perdida, pero por suerte la historia nos tiene reservado un sitio como la asistencia técnica de la generación anterior. Para cualquier tontería que se salga de enviar un Whatsapp, tus padres van a pedirte ayuda, eso ya lo tenemos más que aceptado. El problema viene en que los smartphones posiblemente son los dispositivos más personales jamás creados y cualquier oscuro secreto que tengas dejará pistas en él. Y ahí estamos, que tu padre te da su teléfono para que le instales Twitter, que ha oído en el bar que ahí se cuecen cosas muy interesantes. Así que lo descargas y de golpe descubres que ¡tu padre tiene instalado Grinder! Y todavía no recuperado del shock piensas… si mi padre no sabe bajarse aplicaciones… ¿quién le instaló Grinder? Mindfuck total.
Y vosotros ¿qué situaciones dignas de Ricky Gervais os han ocurrido por culpa de ese terror tecnológico llamado smartphone?