A lo largo de la historia de la humanidad, cada vez que aparece una nueva tecnología comienzan a surgir una importante cantidad de rumores sobre cómo estos afectan a la salud de las personas.
Esto se ha acentuado en los últimos siglos, con la aparición de los medios de comunicación de masas y ha llegado a límites exagerados en los últimas décadas con la aparición de Internet y las redes sociales. Los teléfonos y las tabletas no iban a ser diferentes y mucho se ha dicho sobre cómo las radiaciones nos afectan o de las adicciones que crean.
Es importante aclarar que medir los efectos que estos aparatos tienen sobre nuestra salud es complicado debido al poco tiempo que llevamos con ellos, aunque parece que lleven con nosotros toda la vida. Además, cualquier estudio estará limitado por nuestro conocimiento actual, algo que hoy nos parece completamente seguro en unos años puede resultar una locura -no hace falta más que ver imágenes de dónde se situaba el público en los primeros ensayos nucleares, aunque sea un ejemplo muy dramático para la temática de este artículo-.
Por otro lado, siempre habrá gente dispuesta a ganar dinero aprovechándose de las inquietudes de la gente sobre su salud y lanzará productos protectores basándose en argumentos pseudocientíficos o en estudios poco conclusivos. La forma en la que las pantallas de nuestros smartphones afectan a nuestros ojos es un campo ideal para este tipo de productos, pero ¿son los móviles malos para la vista como muchos dicen?
Los filtros milagro
Hace algo menos de un año, en febrero de 2014, un nuevo producto apareció en multitud de titulares de los medios de comunicación españoles: Reticare. Se trataba de un filtro protector que protege nuestra retina de la luz de alta energía. Este producto, se basa en un estudio de la Universidad Complutense de Madrid que tras exponer células del epitelio pigmentario de la retina in vitro a varios tipos de luz LED, en tres ciclos que alternaban 12 horas de exposición y 12 horas de oscuridad. Estas células sufrieron una serie de daños que se redujeron, según el estudio, en un 90% tras la aplicación del filtro Reticare. Se da la circunstancia que la directora de este estudio es la misma que patentó los filtros, la doctora Cecilia Sánchez-Ramos.
Explicado así, puede sonar realmente convincente, pero un informe de la OCU echa por tierra las afirmaciones de sus creadores. Para empezar, en los últimos años no se ha dado un incremento significativo de enfermedades retinianas vinculadas al uso del smartphone -si bien es cierto que llevamos pocos años- y los estudios son poco concluyentes, ya que las circunstancias de laboratorio no siempre se reproducen en uso real de estos dispositivos. Es cierto que el estudio de la UCM puede apuntar indicios de efectos perjudiciales de la luz LED para nuestra retina, pero un único estudio no debería desembocar en un producto milagroso, sino más bien dar paso a nuevos estudios que apoyen o refuten una tesis más que a una conclusión algo apresurada.
Efectos a corto plazo
En su blog, el oftalmólogo Fernando Soler explica que buena parte de la leyenda de los efectos negativos de las pantallas sobre la vista viene de la época de las televisiones de tubo catódico, unas pantallas con un bajo nivel de refresco que cansaba especialmente la vista.
Actualmente, dice el dr. Soler, buena parte del cansancio al leer en la pantalla de una tableta viene del uso extendido en la web de tipografías de palo seco, sin serifas -bordes redondeados en los caracteres- que hacen el texto menos legible y obligan a una mayor atención. Además, debido a a la concentración, al leer parpadeamos menos, algo que en la lectura de un libro tradicional se compensa al pasar la página. Además, mirar durante largo tiempo una fuente de luz también cansa la vista.
Esto puede llevar a un cuadro muy definido de cansancio ocular llamado Computer Vision Sindrome, CVS por sus siglas en inglés, que puede llevar a producir fatiga visual, dolor de cabeza, sobre todo en la parte frontal, visión fluctuante, sequedad ocular y dolores posturales, algo que puede ser evitado descansando unos minutos tras un rato de lectura y no debería suponer daños a largo plazo.
Alteraciones de sueño
Lo que sí puede causar un cierto uso de smartphones y tablets es una alteración en los hábitos del sueño. Más allá de las horas de sueño que nos pueda quitar el estar enganchados a un libro en nuestro dispositivo o de que dejar encendido por la noche nos pueda despertar con un Whatsapp a horas inoportunas. Nuestros ojos tienen una segunda función, que es regular el ritmo circadiano, también conocido como el reloj biológico. Cuando nuestros ojos detectan que baja la luz, el cuerpo activa la secreción de melatonina, una sustancia que nos hace sentir sueño y la necesidad de dormir. La luz artificial, desde el fuego usado en las cavernas hasta las primeras bombillas de Edison, afecta a nuestros ciclos de sueño, como apunta el doctor Charles Czeisler en un artículo publicado en Nature.
Poca evidencia científica
Los smartphones y los tablets, en ocasiones usados en la cama poco antes de dormir y con la luz ya apagada, no hacen más que acrecentar el problema. Además, las células ganglionares son especialmente sensibles a la luz de onda corta, la luz azul que es emitida por las pantallas LED de nuestros dispositivos.
Por lo tanto, actualmente hay pocas evidencias científicas que lleven a concluir que la luz de nuestras tabletas y smartphones sean perjudiciales para nuestra vista. Aunque eso no quiere decir que no lo sean, hay que recordar que es imposible demostrar que algo no ha ocurrido, por lo que ateniéndonos a las evidencias actuales podemos usar nuestros Android sin demasiado miedo a que nos destrocen la retina. Otro asunto son ciertos hábitos de uso que si tienen un efecto más contrastado sobre nuestro sueño, aunque no es algo vinculado únicamente al smartphone, un uso más regulado durante las horas previas a acostarnos podrían ayudarnos a conciliarnos mejor con Morfeo.