El director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, ha tenido la excelente idea de organizar telemáticamente las reuniones de Comisiones y Plenos de la corporación. La RAE ha derrotado al coronavirus y las sesiones se han celebrado con normalidad y eficacia, si bien los encuentros presenciales tienen un alcance superior a los virtuales y cuanto antes se vuelva a ellos, mejor.
Gracias a Ángel Martín Municio, a José Manuel Sánchez Ron, a Guillermo Rojo y a otros académicos, la digitalización de la Real Academia Española está en la vanguardia entre los más avanzados organismos y empresas de España. El Rey Don Felipe VI, acompañado por la Reina Doña Letizia, ha presidido uno de los plenos telemáticos, porque siempre ha tenido clara la importancia del idioma español, máximo tesoro cultural del que dispone nuestra nación. Justo es reconocer que así lo entendió también el Rey padre, Don Juan Carlos I, así como todos los presidentes del Gobierno, con la sola excepción de Mariano Rajoy, que en sus ocho años de gestión no se dignó visitar la Real Academia Española. Justo es reconocer que Pedro Sánchez sí lo ha hecho y con notable éxito personal. A Mariano Rajoy le parecieron siempre insignificantes gentes como Vicente Aleixandre, Pío Baroja, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, José Echegaray, Jacinto Benavente, Manuel Machado, Antonio Buero Vallejo... olvidando además que Antonio Cánovas del Castillo, Emilio Castelar o Antonio Maura fueron académicos de número de la Real Academia Española.
Durante muchos años, Julio Casares escribió periódicamente en el ABC verdadero una “tercera” titulada “La Academia trabaja”, para trasladar a los hablantes los nuevos vocablos y acepciones incorporados al Diccionario, ya que, como es sabido, entre edición y edición transcurren largos períodos de tiempo. Hoy, la versión digital incluye de forma inmediata las novedades y lo hace de acuerdo con las 24 Academias de la Lengua. Más de 100 millones de personas consultan mensualmente el Diccionario digital. España solo significa el 8% de nuestro idioma. 580 millones de personas lo hablan. No soy chovinista. Es necesario reconocer que, al igual que el latín en la Edad Media, el inglés, en la Edad Digital, significa hoy el 70% como idioma internacional. El español ocupa el segundo lugar. Como lengua materna figura en cabeza. El chino mandarín, en una nación que es un enjambre de dialectos, no es un idioma internacional como sí lo son el inglés, el español, el francés, el portugués y el árabe.
Sin un fallo técnico, gracias a la gran tarea de Carlos Merino y sus colaboradores, la Real Academia Española ha mantenido frente al coronavirus sus Comisiones y sus Plenos, al servicio siempre de los hispanohablantes en los cinco continentes. Se mantiene el “limpia, fija y da esplendor” tradicional, pero Dámaso Alonso, Fernando Lázaro Carreter y Víctor García de la Concha se dieron cuenta a tiempo de que lo más importante en el tiempo actual era y es preservar la unidad de la lengua española.
Gracias a la inteligencia de los rectores de la RAE se ha evitado la dispersión del idioma. Del latín derivaron varias lenguas romances: el español, el italiano, el francés, el portugués, el rumano, el catalán, el provenzal, el gallego... Sus hablantes no se entienden entre ellos. Sin la decidida acción de la Real Academia Española tal vez tendríamos que referirnos hoy al idioma mexicano, al argentino, al chileno, al peruano, al venezolano, al ecuatoriano... lo que habría devastado el gran tesoro cultural que significa la unidad de la lengua española.
De un idioma en el que escribieron Miguel de Cervantes y Jorge Luis Borges; San Juan de la Cruz y Pablo Neruda; José Ortega y Gasset y Octavio Paz; Pío Baroja y Gabriel García Márquez; Francisco de Quevedo y Julio Cortázar; Benito Pérez Galdós y Mario Vargas Llosa; Miguel Delibes y Carlos Fuentes; Camilo José Cela y Juan Rulfo; Federico García Lorca y sor Juana Inés de la Cruz; Ramón María del Valle-Inclán y Miguel Ángel Asturias...