Muerto sin sucesión Carlos II, se disputaron el trono de España, en una larga guerra de Sucesión, Felipe de Borbón y Carlos de Habsburgo. Cataluña peleó por el archiduque austriaco que, finalmente, resultó derrotado. En ningún momento se planteó la independencia catalana sino, muy al contrario, en ambos bandos se combatió por España y su Rey verdadero. En un libro desapasionado y riguroso, España y Cataluña, el historiador británico Henry Kamen deja todo esto muy claro, desmitificando las manipulaciones tendenciosas de algunos intelectuales catalanes que escriben desde la ebullición pasional.
Tras leer al hispanista británico me he sumergido en Cataluña y las demás Españas de Santiago Muñoz Machado. Estamos ante uno de los libros más importantes que se han publicado en nuestra nación en los últimos años. Desde el rigor jurídico, la precisión histórica, la objetividad conceptual, la claridad ideológica, Muñoz Machado disecciona el problema catalán de forma incontestable. Se lamenta el gran jurista de la ambigüedad que preside la sentencia de la Corte Internacional de Justicia sobre Kosovo. Subraya el derecho del Estado a su unidad, a su integridad territorial. No existen dudas ni fisuras. El derecho internacional se muestra inequívoco frente a derechos singulares de territorios aspirantes a la independencia. Recuerda el autor la sentencia del Tribunal Supremo de Alaska que prohibió un referéndum de independencia al considerar la iniciativa anticonstitucional. La integridad territorial, por cierto, se consagra también en la última Constitución francesa de 1958, artículo 89: “No es admisible ninguna reforma de la Constitución que afecte al territorio del Estado”.
Añora Muñoz Machado el pactismo para que desde la negociación se pueda evitar la violencia. Denuncia la torpeza de Adolfo Suárez, Fernando Abril y los constituyentes por su ligereza al no establecer las cautelas necesarias al trazar el Estado de las Autonomías. No comparte el pacto federal que algunos proponen porque eso “implicaría cambiar la residencia de la soberanía para situarla en las entidades infraestatales (la mayor parte de ellas artificialmente construidas a partir de 1978) y nos llevaría a un confederalismo de nuevo cuño y de futuro ahora inexplorable”.
Lo razonable para Muñoz Machado es una reforma constitucional que ampare una nueva fórmula de articulación de Cataluña en el Estado. Hay que evitar que la reforma se convierta en “una alocada carrera hacia adelante en la dirección misma del abismo”. Aunque advierto cierta ambigüedad en el procedimiento y los tiempos, Muñoz Machado no descarta que la aprobación final para el encaje de la nueva articulación de Cataluña en la Constitución se vote simultáneamente por todos los españoles, catalanes incluidos, claro, que ejercerían así su derecho a decidir.
“Creo -afirma el gran jurista- que la solución óptima sería la tramitación simultánea, y naturalmente fraccionada, de la norma que ponga al día el autogobierno de Cataluña y su integración en el Estado, y la reforma constitucional, si fuera precisa, que dé cabida a ese proyecto”. Si el Estatuto de 2006, desautorizado en parte por el TC, se hubiera acompañado por una propuesta de reforma constitucional, tal vez hoy la situación discurriría por las vías adecuadas para evitar la colisión de trenes.
En mi opinión, los dirigentes políticos a izquierda y a derecha tienen la obligación de leer este libro y reflexionar sobre lo que en él se afirma y se propone. Santiago Muñoz Machado ha escrito una obra de importancia excepcional y, en muchos aspectos, definitiva. Me temo que algunos dirigentes políticos desdeñarán el esfuerzo clarificador del jurista español y permanecerán en la ambigüedad, la suficiencia y la pertinaz estupidez. La mediocridad de nuestra clase política está incluso por encima de su corrupción y provoca vergüenza ajena.