Andaba yo por los veinte años, escribía ya en la tercera de ABC y hacía colaboraciones para la revista musical Aria. Entrevisté a Ígor Stravinski. No recuerdo bien si fue en el Ritz o en el Palace pero todavía me golpea la emoción que sentí al estrecharle la mano. Stranvisnki es hoy el primer nombre de la música del siglo XX como Picasso ocupa ese lugar en la pintura, Chaplin en el cine y Le Corbusier en la arquitectura.

Traducido por Carme Font, acaba de publicarse el libro imprescindible para entender al autor de El pájaro de fuego. Stravinski habla sin veladuras con su colaborador y gran amigo Robert Craft. El lector se sumerge en la vida cultural del siglo XX entre las cumbres de la literatura, las artes plásticas, el ballet, la ópera, el temblor airado de la música. El compositor ruso conoció y trató a casi todos los personajes que contaban en el mundo de la alta intelectualidad europea y americana. Hizo Stravinski una renovación provocadora de la música e incluso en los últimos años de su vida se sumergió en el dodecafonismo de Schöenberg y casi rozó las fórmulas del atonalismo de Anton Webern, Ernst Krenek o Alban Berg.

Tengo en la memoria los elogios que, en mi conversación con Stravinski, el compositor dedicó a Pablo Picasso. “Es el genio absoluto. No sabe una palabra de música pero nadie como él entendió La consagración de la primavera. Mantengo con él una amistad permanente”. En 1917 le dedicó una pieza para clarinete, Pour Pablo Picasso, y tres años después le encargó la escenografía de Pulcinella. En el libro que comento, Memorias y comentarios (Acantilado), Stravinski se refiere a los decorados picassianos y cree que los problemas económicos de Diáguilev permitieron al director de la ópera de París quedarse con la obra del artista español como fianza.

André Gide, Chaplin, Marlene Dietrich, Wittgenstein, Tristán Tzara, Valéry, Ortega y Gasset, Nabokov, Sarah Bernhardt Cocteau, Knut Hamsun, Heidegger, Paul Klee y tantos y tantos personajes clave desfilan por las páginas del libro, junto a los más grandes compositores, bailarines, bailarinas, cantantes y solistas del siglo XX, el de la palabra pánica y la distorsión del pincel y la pluma.

Cuando hablé con Stravinski, teníamos en las Juventudes Musicales un concepto muy pobre de Rimski Kórsakov. Me sorprendieron los elogios que de él hizo Stravinski con grave acento de sinceridad. Pensé que se trataba de una deuda discipular. El tiempo ha modificado mis vehemencias juveniles. Stravinski tenía razón y sería absurdo desdeñar o minusvalorar el Scherezade, por poner un ejemplo.

El compositor ruso, en fin, se desnuda de alma y pensamiento en este libro y Robert Craft nos aproxima al genio sin aspavientos pero con profundidad. Estoy seguro de que el lector se sumergirá junto al compositor de Petrushka en las aguas artísticas del siglo XX con el mismo placer intelectual que yo he experimentado. Estamos ante un libro que rebosa sentimientos y emociones, también pensamientos profundos, para el temblor y la meditación de todos los que dediquen unas horas a la lectura de la consagración de Stravinski y al entendimiento de su época. De una época, en fin, que se ha convertido ya en páginas caídas de la Historia.

ZIGZAG

En la soledad y en la guerra es una novela de amor. Del amor desesperado entre Isabel, hija y hermana de militares que combatían al lado del dictador Franco en la guerra incivil, y Joaquín Pérez Salas, coronel del Ejército republicano, personaje que realmente existió. Sonsoles Fernández de Córdoba ha construido una excelente novela. En torno al amor entre Isabel y Joaquín, la autora recrea el clima de Madrid tras el alzamiento del 18 de julio de 1936. La sordidez, el temor y el temblor, la miseria, el matoneo de los milicianos comunistas están pintados a espátula y de forma que estremece. Hasta Ortega y Gasset tuvo que exiliarse para evitar que el extremismo comunista le asesinara. Cuando Isabel consigue pasarse a la zona nacional, el ambiente de San Sebastián o Burgos quedan miniados en la novela. Una novela excelente, por cierto, plena de un interés que no decae y que conduce al lector hasta el final atroz e inesperado.