Luis María Anson
A mí no me caía bien. Nunca llegué a conversar con la Generalísima y tal vez por eso me he adentrado en el libro de Carmen Enríquez con curiosidad. Por fin, una biografía seria, bien escrita, seriamente documentada sobre la que fue Señora de El Pardo y primera dama de España durante casi cuarenta años. Carmen Enríquez describe minuciosamente el último día de la viuda de Franco en el palacio del que fue dueña y controladora. El 31 de enero de 1976, Carmen Polo se trasladó desde El Pardo a su casa de la calle Hermanos Bécquer. A partir de aquel día fui modificando mi idea del personaje y recortando la animadversión que por ella sentía. La viuda de Franco no se instaló en un palacio ni se dedicó a la suntuosidad y a la vida regalada ni protagonizó ninguna actitud agresiva, ninguna declaración extemporánea. Se fue a vivir a un piso burgués y durante trece años permaneció muda, distante, entregada a sus prácticas religiosas, dando una lección de elegancia espiritual. Esa es la verdad y la justicia histórica exige reconocerlo así.
Carmen Enríquez narra los amores entre aquella señorita de la alta burguesía asturiana y el comandantín que la cortejaba desde el prestigio acumulado por el valor con que ejercía su oficio militar en África. Aunque la autora no lo cuenta, aquellos amores fueron protegidos de forma decisiva por Pedro Sainz Rodríguez, que era catedrático en Oviedo y que utilizó en más de una ocasión al escultor Sebastián Miranda.
Señora de misa diaria, Carmen Polo aprendió a odiar la República, acosada por los desaires que supuso para su marido perder su juguete preferido que era la Academia de Zaragoza. Carmen Enríquez, al adentrarse en la vida pública de la Generalísima, retrata con objetividad la España espesa de la dictadura, la muerte del padre de Franco, la visita de Eva Perón con la que la Señora de El Pardo compitió en modas y joyas, la puesta de largo de su hija, la construcción del Valle de los Caídos donde la Generalísima no sería enterrada.
Con evidente desprecio por Cristóbal Martínez-Bordiú, Carmen Enríquez hace la crónica de la boda del pintoresco aristócrata con la hija del dictador. "Verdaderamente un lujurioso refinamiento de raso y dorados, de polvos y de pelucas ha convertido en muñecos a algunos de los que fueron autores de la historia de España. Lista que no es de honor de los títulos de Castilla que asistieron al enlace matrimonial Martínez-Bordiú-Franco...", se leía en un panfleto difundido clandestinamente por gentes cercanas a la Diputación de la Grandeza.
La autora del libro humaniza a la señora de El Pardo en el trato con los nietos, habla de las cacerías incesantes del dictador, de la perdigonada de Fraga en el rabel de la marquesa de Villaverde, de la compleja relación entre Franco, Don Juan y Don Juan Carlos. La proclamación de sucesor a título de Rey, varios años antes de la boda de Alfonso de Borbón y Carmencita Martínez Bordiu Franco, abrió los años de decadencia del dictador. Al contar el asesinato de Carrero, las intrigas de Carmen Polo para el nombramiento de Arias Navarro y la muerte de Franco, brilla la pluma de Carmen Enríquez y se adensa el interés de la biografía.
El 6 de febrero de 1988, a los 86 años de edad, falleció Carmen Polo, viuda de Franco, en su domicilio de la calle Hermanos Bécquer. Durante trece años tuvo ocasión de contemplar cómo el sucesor de su marido desmanteló la obra de la dictadura, quebró la Monarquía de los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional y estableció la Monarquía parlamentaria que había defendido su padre, desde su exilio en Estoril, devolviendo al pueblo español la soberanía nacional secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil, tal y como propugnaba Juan III. Carmen Polo, en fin, fue, según Serrano Suñer, "la mujer más absolutamente incondicional, más adicta a su marido".