Gatopardo publica estos días Los buscadores de loto, de la periodista, ensayista y narradora australiana Charmian Clift (1923-1969). La misma editorial publicó hace ahora un año Cantos de sirena, también de Clift, que he leído estos días. Los dos libros, de corte autobiográfico, rememoran los años pasados por la autora en las islas griegas, primero en Kalimnos (Cantos de sirena) y luego en Hidra (Los buscadores de loto). Pertenecen los dos, pues, al abundante caudal de literatura sobre Grecia segregada por escritores enamorados del país, con los hermanos Durrell al frente.
Charmian Clift y su marido, el también escritor y reportero George Johnston, vivían en Londres con sus dos hijos pequeños cuando, en 1954, en un arrebato, optaron por trasladarse a vivir a Kalimnos y ensayar allí una nueva vida. Los dos escribían juntos novelas de regular éxito y pensaron que en esa isla remota, apartados del mundanal ruido, trabajarían en mejores condiciones y con menos presiones económicas. Kalimnos era entonces una isla primitiva cuya economía giraba alrededor de la pesca de esponjas, una actividad de alto riesgo para quienes la practicaban, obligados a sumergirse a grandes profundidades para cosechar su botín.
La progresiva desertización de los campos de esponjas y la creciente comercialización de esponjas sintéticas condenaban a esta industria a una rápida extinción, lo que endurecía aún más las condiciones de vida de los pescadores. Charmian Clift y su familia, pues, desembarcaron en una isla cuyos cimientos tanto económicos como sociales se hallaban en irremediable quiebra a causa del progreso. Cantos de sirena constituye, entre otras cosas, un valioso testimonio sobre una comunidad y unas tradiciones centenarias a punto de desaparecer.
La voz de Charmian Clift tiene un encanto y una viveza muy peculiares,
a los que su aguda conciencia social y feminista dotan de poderosas vibraciones
Mezcla de aventura familiar y reportaje antropológico, se trata de un libro sorprendentemente rico y entretenido, escrito con maravillosa frescura. Su lectura me ha recordado no pocas veces la de Al sur de Granada, de Gerald Brenan. En los dos casos, la voz narradora deja de lado toda condescendencia y registra sus propias vivencias con extraordinaria empatía, llena de humor y humildad. En el caso de Clift, la peculiar perspectiva que le concede su condición de mujer y madre extranjera –“moderna”, encima– en un entorno crudamente machista llena su testimonio de emocionantes y preciosas observaciones sobre el dramatismo de unas vidas que, como los cactus, ofrecen violentas floraciones de alegría y de belleza.
En Kalimnos, Charmian y George escribieron The Spongers Divers (Los pescadores de esponjas, 1955), novela en la que volcaron mucho de lo visto y aprendido en la isla. Poco después, optaron por instalarse en Hidra, donde compraron una casa, que aún se conserva. Allí las cosas transcurrieron de otro modo, dado que los Clift se convirtieron en el núcleo de la colonia cada vez más numerosa de artistas y bohemios que, como Leonard Cohen, con el que amistaron, fueron desembarcando en la isla en busca de modelos alternativos de vida.
Como ocurre tantas veces, aquello de lo que uno huye termina acompañándolo en su huida, como la propia sombra. En Hidra, la experiencia de los Johnston terminó siendo muy distinta a la que les procuró la salvaje pureza de Kalimnos. Comenzó allí la descomposición de la pareja, que terminaría por regresar a Australia. Charmian se suicidaría en julio de 1969, en vísperas de la publicación de Clean Straw for Nothing, novela en la que Johnston daba su propia versión de sus años en Hidra, donde el alcoholismo y las infidelidades minaron su vida familiar.
La voz de Charmian Clift tiene un encanto y una viveza muy peculiares, a los que su aguda conciencia social y feminista dota de poderosas vibraciones. Ojalá la publicación de estos dos libros autobiográficos abra el camino a la de sus novelas y, sobre todo, sus ensayos, al parecer notables.