Por muchas explicaciones que me den, no siempre consigo comprender los criterios que determinan la circulación de las novedades literarias entre España y Latinoamérica. Sospecho que la relativa escasez de editores con una percepción amplia y compleja de lo que se cuece a una y otra orilla del Atlántico condena a no pocas novedades de interés a una circulación más restringida de lo deseable. Me estoy refiriendo en particular a los grandes sellos internacionales, con sedes más o menos autónomas en distintas capitales del ámbito hispánico. Esa autonomía, ¿hasta qué punto se traduce en incomunicación? Me pregunto esto siempre que caen en mis manos libros que por cualquier razón me parecen notables y que, para mi sorpresa, no han llegado a España, imagino siempre que porque alguien decidió que no iban a satisfacer suficientemente unas mínimas expectativas comerciales. Pero el miedo de que así sea esclerotiza casi hasta el colapso el tráfico de novedades (tanto más cuanto más novedosas son). Y sus efectos inhibidores se conjugan muy mal con la tendencia de esos mismos sellos a acaparar los derechos internacionales de los libros que contratan, con lo que la eventual publicación de esos mismos libros por otros sellos más atrevidos queda impedida.
Movimiento único, la primera novela de Diego Gándara, está tan imbricada con hechos y personajes de la vida literaria española que causa extrañeza que no se publique en España
Se me ocurre esto en relación a un libro del que sólo he llegado a tener noticia gracias a que su autor se tomó la molestia de hacérmelo llegar. Me refiero a Movimiento único, primera novela de Diego Gándara (1971), publicada en Buenos Aires por Seix Barral el pasado mes de abril. Como suele ocurrir con tantas primeras novelas, también ésta padece de algunos problemas de ritmo y de carpintería narrativa que acortan sus potenciales alcances. Se trata de una especie de novela de formación que apenas disimula su carácter casi netamente autobiográfico. Su protagonista es un veinteañero argentino que, recién licenciado, decide probar fortuna como periodista cultural. Están muy bien contados los primeros pasos que da en esta dirección y el modo en que, muy poco a poco, va consiguiendo -sin salir de la precariedad- su objetivo. En octubre de 1999, cuando ya lleva algunos años malviviendo con artículos y entrevistas, Santiago Novoa (así se llama el protagonista de Movimiento único) recibe el encargo de hacer una a Roberto Bolaño, que acaba de obtener el premio Rómulo Gallegos por su novela Los detectives salvajes. Con este objeto escribe al autor chileno un correo electrónico al que adjunta un cuestionario que éste no tarda en responder, con su humor y contundencia característicos. Retrospectivamente, ese correo jalona para Novoa/Gándara el arranque del lento proceso que lo determinará a salir de su país e instalarse a vivir y trabajar en Barcelona. El recorrido que traza la novela concluye a finales de la primavera de 2003, en que casi se superponen la muerte del padre del narrador y, apenas dos meses después, la de Roberto Bolaño, quien entretanto se ha ido convirtiendo para él, a través de encuentros esporádicos y llamadas telefónicas, en una especie de ángel tutelar.
La novela de Gándara está tan imbricada con hechos y personajes notorios de la vida literaria española y barcelonesa, ilustra de un modo tan desidealizado y honesto los ritos de paso y las servidumbres, las gratificaciones y las miserias del periodista cultural (con sus frecuentes derivas como “colaborador” editorial), documenta de un modo tan personal y a la vez tan realista el destino de tantos letraheridos latinoamericanos que, con fantasías más o menos infundadas, han optado por “hacer las Españas”, que causa extrañeza el hecho de que no se publique en la península, en la ciudad donde tiene su sede principal la casa que la ha editado en Argentina y en donde su autor reside desde hace casi dos décadas.
Por lo demás, Movimiento único contiene una potente subtrama: las pesquisas que hace el narrador tras las huellas de la olvidada escritora argentina Marina Balcarce, evidente trasunto de Marta Lynch (1925-1985). Una estupenda intriga de corte obviamente “bolañesco” que se constituye dentro del libro en el particular homenaje que Gándara rinde al autor de Estrella distante, de quien se ofrece aquí, de manera entrecortada y nada hagiográfica, uno de los retratos más convincentes y conmovedores que me ha sido dado conocer.