El pasado 5 de marzo se inauguró en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) la exposición Archivo Bolaño 1977-2003, que exhibe una amplia muestra de los abundantísimos manuscritos dejados por Bolaño tras su muerte.



Miles de holandesas, cerca de ochenta libretas y cuadernos, papeles sueltos de todo tipo, más los archivos de texto almacenados en su ordenador... A lo largo de más de treinta años de perseverante escritura, muchos de ellos transcurridos en el anonimato, Bolaño -que al parecer no tiraba nada- acumuló una cantidad ingente de materiales. Éstos constituyen un imponente magma en el que, sobre lo ya conocido, se perfilan, inéditas, cuatro novelas, más de veinte cuentos y centenares de poemas, aparte de numerosas cartas y todo tipo de borradores y de apuntes personales.



La exposición del CCCB brinda la ocasión de asomarse a este magma sin duda abrumador y a menudo emocionante, del que se obtienen sólo atisbos parciales. Son decenas de vitrinas en las que uno puede pasar horas leyendo pasajes fragmentarios -o fragmentados-, que ponen la miel en la boca, excitando una curiosidad condenada a quedar indefinidamente en suspenso.



La más notable aportación al estado actual de los estudios sobre Bolaño es una cronología de sus obras que permite hacerse una idea de los años en que se ocupó de los sucesivos proyectos que fue acariciando, a menudo simultáneamente, abandonando muchos, otros simplemente aparcándolos, y llevando a término los que ya son de todos conocidos. Esta cronología es decisiva a la hora de justificar y encuadrar debidamente la eventual publicación de los inéditos, y asignarles la jerarquía que les corresponde en relación a lo ya publicado.



En uno de los textos del extraño "catálogo" de la exposición, Enrique Vila-Matas cuenta cómo, en 1996, después de que Pere Gimferrer se adelantara con la publicación de La literatura nazi en América, Jorge Herralde preguntó a Bolaño si tenía alguna novela inédita. Bolaño le dijo que sí, pero al decirlo no pensaba en ninguna de las novelas que tenía almacenadas en el cajón (incluida El Tercer Reich). De hecho, no recurrió a ninguna de ellas, y en lugar de eso se puso a escribir a contrarreloj Estrella distante. La anécdota es altamente elocuente.



La exhibición del Archivo Bolaño deja bien clara una cosa, ya barruntada por muchos: hay Bolaño para rato. De hecho, la exposición tiene algo de ostentación de tesoro, y algo también de esos naipes que los jugadores muestran para tantear sus bazas.



Hay que aplaudir el celo que Carolina López, heredera del legado de Bolaño, pone en preservarlo y ordenarlo debidamente. En la actualidad, Bolaño debe de contarse entre los escritores que acaparan más tesis doctorales y abordajes críticos en todo el mundo. Para investigadores y estudiosos es una maravilla conocer la existencia de todo este material, que permite explorar a fondo una obra de naturaleza arborescente, llena de conexiones internas. Pero falta saber qué destino espera a este archivo, cuáles son y serán las condiciones para acceder a él y manejarlo, cuáles los criterios con que está siendo clasificado y seleccionado.



Estas incertidumbres se vuelven más vidriosas cuando se apunta a la vida misma de Bolaño. La exposición del CCCB pretende soslayar pudorosamente este aspecto. Apenas unos pocos objetos personales (la máquina de escribir de Bolaño, el teclado de su ordenador, unas gafas) y un buen puñado de fotografías satisfacen el inevitable fetichismo de los visitantes, quizá decepcionados por encontrar tan pocos rastros de privacidad.



Está bien contrariar el morbo de quienes se sienten atraídos por la intimidad de los escritores. Pero resulta objetable la administración algo tendenciosa de los escasos testimonios biográficos, el recorte de la mirada volcada sobre el entorno de Bolaño; recorte para algunos muy evidente, dada la ausencia o el esquinamiento de algunos nombres, de algunos rostros, de algunas relaciones importantes, incluso decisivas. Esto último abunda en la sospecha de que, en las actuales circunstancias, la biografía de Bolaño con la que tantos especulan es un proyecto lleno de espinas, que será difícil abordar como no sea dentro de los cauces siempre limitados de lo que se entiende comúnmente por una biografía autorizada, con todas las reservas que ello suscita en este caso.



Por último: ¿por qué tanta insistencia en conmemorar los diez años de la muerte de Bolaño? Quizá fuera más propio celebrar -como se propone hacer el poeta Jorge Morales en Gerona-- que se cumplen los sesenta años de su nacimiento, el próximo 28 de abril.