Propuesta
Por Ignacio Echevarría Ver todos los artículos de 'Mínima molestia'
21 octubre, 2011 02:00Ignacio Echevarría
Lo que yo vengo a proponer es mucho más sensato y más conforme al orden y a la instrucción de la ciudadanía. Cuenta, además, con la virtud de resolver varios problemas de un plumazo. Verán: se trata de convertir las dichosas estatuas en un servicio público, controlado por el Ayuntamiento. El concejal de turno encargaría a las estatuas en cuestión la creación de grupos escultóricos que, con carácter eventual, rendirían homenaje a personalidades o acontecimientos que, por las razones que sea, se estima, en un momento dado, que merecen un cierto reconocimiento.
Los beneficios de este proceder serían múltiples. De entrada, la medida permitiría recortar el gasto a menudo desorbitado que supone consagrar un monumento artístico a un prócer o una celebridad. Si se consideran los horrores a que suele dar lugar, no sólo en Barcelona, este tipo de estatuaria pública, resulta que nos ahorraríamos encima un montón de disgustos. Pero es que además se podría controlar el atractivo y la fortuna de la estatua en cuestión, mejorarla en función de su mayor o menor éxito, plebiscitarla, en suma. Y, sobre todo, graduar su permanencia en función de distintas variables (vigencia de los méritos y logros alcanzados por la personalidad en cuestión, oportunidad de recordarlos, desplazamiento del interés colectivo hacia otros asuntos, etcétera), permitiendo una renovación constante, una permanente puesta al día de los objetos a los que la ciudadanía rinde tributo.
Una estatuaria, por así decirlo, a la carta; se me ocurre proponer. Móvil, recambiable, rectificable, especulativa. Atenta a la actualidad y a los vientos que soplan. Pedagógica, ejemplificadora, si se quiere, o simplemente celebratoria. Aquí una persona sola, representando al gran escritor del momento, al político de última hora, al deportista triunfador. Allá un pequeño grupo representando algún suceso famoso o el último encuentro entre jerarcas de cualquier índole. O bien, siguiendo la tradición catalana de los pesebres y de las pasiones vivientes, la escenificación en puntos estratégicos de la ciudad, conforme al calendario, de recordatorios de hechos célebres o heroicos: la proclamación de Barcelona como sede olímpica, por ejemplo.
Y, de paso, se combate el paro.