Censores de antes y censores de ahora
Preocupación por el grado que están alcanzando las discrepancias. Qué horror. Pero hay una herramienta para salir de este mar de susceptibilidades: la confianza. Y es que los lemas pueden ser más destructivos que constructivos
“Antes los censores eran gente idiota. Los censores de la corrección política de hoy son más difíciles de combatir porque son más listos”. Son palabras del histórico cineasta contracultural y transgresor John Waters (Vozpópuli), que algo sabe de censura.
De lo políticamente correcto habla también Federico Trillo en una entrevista con Miguel Ángel Santamarina en Zenda. “Ese concepto se impone, pero además de manera dogmática”, asegura el político, con nuevo libro casualmente, o no, titulado El censor de Shakespeare. “Hay paradigmas en los que al que se escapa de ellos se le considera ya no un discrepante sino un disidente. Y por eso se utiliza el aparato del poder del Estado para castigarlo monetariamente con multas o incluso penalmente (...) Y el que discrepa de eso tiene que ser condenado por delincuente y tiene que ser sancionado por discrepante. Es un horror”.
“Necesitamos ver en los demás rostros, no bandos”
Preocupada por el grado que están alcanzando las discrepancias está Irene Vallejo. En EPS ofrece una solución. “Frente a la mirada belicosa – escribe– hay una vieja herramienta para salir a flote de este mar de susceptibilidades: la confianza (...) necesitamos ver en los demás rostros, no bandos (...) necesitamos la valentía de construir una comunidad, escuchando y fiándonos también de aquellos que no comparten nuestras ideas”.
Jesús García Calero (ABC) lleva la reflexión a casos concretos. “Más fácil es juzgar que conocer – sentencia–.¿Qué puede haber en Céline, Montherlant, Pound, Jünger, Rózanov o Giménez Caballero digno de nuestra atención hoy? Nada, sin duda, para los del gatillo fácil de la cancelación, para los que toda complejidad es insulto y la calumnia tiene curso legal”.
La poeta, y ahora también novelista, Sara Torres (Yorokobu) es de la opinión de que “los lemas y los resúmenes de cualquier realidad compleja pueden ser más destructivos que constructivos. Eso lo estamos viendo cada día, la violencia que se genera en torno a la prisa y los reduccionismos”.
La escritora argentina Camila Sosa (elDiario.es) no cree que “la literatura pueda reivindicar nada, en todo caso, los lectores. Yo creo que la literatura no tiene esa misión y pedírselo, además, hace que surjan oportunismos constantemente de gente hablando sobre feminismo que no son feministas”.
Tal vez tenga razón David Lagercrantz, al sostener que “vivimos en el desconcierto”. En hoyesarte.com, el continuador de la saga Millenium explica que ha decidido situar su nueva novela en 2003 porque “desconocemos lo que va a suceder en el futuro, incluso en el inmediato futuro. Por eso es más sencillo ir hacia atrás y buscar las líneas generales de la evolución, del desarrollo de la sociedad contemporánea volviendo al pasado”.
"Lo que puede salvar algo a la humanidad es un poco de silencio"
En fin, “la realidad no es blanca o negra”. Se lo dice a Karmentxu Marín (EPE) la dramaturga y directora colombiana Juliana Reyes para explicar por qué no toma partido. Recurre a una frase de Arturo Pérez-Reverte que “me parece muy diciente: ‘No tengo ideología porque tengo biblioteca’. En la medida en que conoces más y que ves más matices de una misma cosa te pones menos de un solo lado”. Juliana Reyes se muestra partidaria del silencio. “Creo que en este momento lo que puede salvar algo a la Humanidad es un poco de silencio. Siento que estamos en una sociedad del ruido. Y para poder pensar mejor y escuchar a los demás requerimos un poco de silencio”.
Un silencio que también busca Agustín Fernández Mallo, pero de una forma muy particular, según desvela Alberto Moreno (Vanity Fair). “Le escuché decir que le encantan los aviones, las ciudades y la televisión encendida pero en silencio. Los prefiere a la gente y a los bosques”.
P.S. El director de escena Paco Azorín ha llevado al Teatro Campoamor su montaje de María Moliner, dentro del ciclo organizado por la periodista y promotora Pilar Rubiera. Allí ha hecho unas declaraciones a La Nueva España que tal vez sorprendan a los aficionados más tradicionales: “Creo que me inventé el término ‘ópera documental’, una ópera que versa sobre temas reales (...) Se trata de trascender la idea de la ópera del XIX de lujuria, engaños, celos, matanzas... y poner el foco en asuntos históricos. ¿Por qué no hacer una ópera sobre el 23-F? ¿Sobre Clara Campoamor o Victoria Kent? Hay que empezar a pensar en la ópera como un espacio de conocimiento”.