Olga Adelantado
Directora de la galería Luis Adelantado de Valencia
Una semana para celebrar
Nos encontramos ante una situación muy distinta a la del año pasado. Parece que la pandemia se ha “normalizado” y eso nos permite, entre otras cosas, realizar eventos artísticos como el Gallery Week (Abierto Valencia o Apertura en Madrid) con la misma intensidad que años atrás, volviendo a reactivar la idea de comunidad artística. Estas acciones son fundamentales para llamar la atención como colectivo y visibilizar un trabajo que abarca a muchos profesionales.
Las galerías somos facilitadoras en el tejido cultural y artístico. Creamos vínculos entre los distintos agentes del sector, artistas, comisarios, museos, etc. La relación entre coleccionismo y galerías es clave porque “traducimos” los pensamientos de los artistas y los acompañamos en todo el camino de madurez para que finalmente tengan suficientes herramientas para poder valorar y elegir el discurso plástico que les interese más.
No hay una realidad normalizada que nos permita tener el cien por cien del retorno de todo el esfuerzo y trabajo invertido. Nuestra posición sigue siendo de resistencia ante las adversidades
A su vez, acompañamos en el día a día a los artistas que representamos buscando las mejores oportunidades concretas para sus proyectos. Tejiendo poco a poco una red de relaciones y trabajo ad hoc para cada uno de ellos en apoyo a su proyección y trayectoria.
Y ese trabajo de facilitador lo hemos podido seguir haciendo a medio gas durante toda la pandemia. Puedo decir que ha sido fundamental no abandonarlo para que esos vínculos de confianza no se perdieran. Ahora, nos enfrentamos a una vuelta a la normalidad con el peso de una guerra y una posible recesión económica… No hay una realidad normalizada que nos permita tener el cien por cien del retorno de todo el esfuerzo y trabajo invertido.
Los eventos artísticos (ferias, exposiciones en museos, bienales, etc..) han vuelto a situarse en el mapa cultural mundial. Si bien es verdad que la actividad económica no paró totalmente, el hecho que la actividad cultural se normalice debería ayudar a que el mercado se recupere pero como siempre, de momento nuestra posición sigue siendo de resistencia ante las adversidades.
Estos últimos meses, nos hemos encontrado con una constante sensación de euforia, cada vez que hemos asistido a bienales, ferias o inauguraciones. Para esta nueva apertura, nuestro décimo aniversario celebrando Abierto Valencia, vamos a comenzar con ese mismo entusiasmo y esperemos que se traduzca en actividad económica.
La propia estructura de nuestra apertura potencia la visibilización del coleccionismo privado, tanto a nivel práctico, con los premios de adquisición públicos, como teórico con interesantes charlas de los propios coleccionistas. Es un momento de celebración que toma el pulso al resto de la temporada.
Estos años anteriores, con una actividad ferial más reducida nos han permitido trabajar en nuestro contexto más próximo, así como investigar e incorporar nuevos artistas al programa y todo ello lo hemos compartido ampliando las estrategias de comunicación y venta online como el apartado ‘Meet the artist’ en nuestra web, donde nos acercamos a los artistas, sus pensamientos y referencias en su espacio de trabajo o el trabajo reglado en Instagram y Facebook, así como el uso de plataformas como ArtLand y Artsy.
Valeria Ciompi
Directora editorial de Alianza
La nueva temporada
Alimentamos durante algunos meses el espejismo de que saldríamos transformados –para mejor– de la experiencia pandémica. Sería injusto decir que todo sigue igual porque el ejercicio de reflexión ha servido para tomar conciencia de lo que sería importante revisar en las prácticas del sector del libro, pero mientras tanto los datos son inmejorables y hablan de crecimiento.
¿Deberíamos haber cambiado y no hemos querido o podido hacerlo? ¿Nos obligarán los nubarrones que parecen perfilarse en el horizonte otoñal a lamentar la ocasión perdida? ¿O servirán para reforzar algunas intuiciones?
En el último –y muy interesante– Congreso de Libreros, la ponencia sobre la sostenibilidad de la cadena del libro fue lúcida e inquietante. No preocupa sólo el incremento de las novedades frente al estancamiento del número de lectores, sino que los libreros –a día de hoy los prescriptores más francos y próximos para lectores exigentes– no dan abasto a conocer los libros que acogen en sus locales.
Los monstruos que esperan tras el verano bajo forma de inflación, retraimiento del consumo, encarecimiento del papel... no se van a compadecer de nuestros titubeos a la hora de defender el libro
Incluso para la selección hace falta tiempo. ¿Y los editores? Algunos grandes de la edición internacional hablan de la necesidad de un mensaje de “frugalidad y de selección extrema”, dirigido sobre todo a los libreros, para concederle más oportunidades a los títulos publicados.
En el necesario y breve ensayo de Patricio Pron No, no pienses en un conejo blanco (CSIC, 2022), se propone la resistencia activa “a la transformación del proceso de lectura en acumulación de hábitos de consumo”. La literatura y la cultura de los libros –y en los libros– necesita que le prestemos atención.
Pienso en el bono “cultural” y en la necesidad de ser un poco más radicales con estas cuestiones. ¿Por qué no pensar en una acción centrada sólo en los libros? ¿Por qué, por una vez, no sacar pecho de la industria editorial española?
Con una variedad y fortaleza que no se corresponde con la pérdida de prestigio social de la cultura ni con el número de lectores, no estaría de más correr el riesgo de hablar de libros y no de productos, de no confundir al lector difuminando las fronteras entre el entretenimiento y la cultura, de no inundar los espacios de encuentro con los libros con objetos para el mero pasatiempo.
Los libros y las librerías disfrutan de un momento de “moda” que ojalá dure. Razón de más para no dejar pasar la coyuntura e insistir en lo esencial. En tiempos complejos necesitamos entender lo que leemos y esas destrezas solo se adquieren ejercitándolas. Y nunca se insistirá suficientemente en la exigencia de definir un espacio indiscutible para la lectura en todas las etapas del sistema educativo.
Hace falta sosiego. Me gustaría recordar que los monstruos que esperan a la vuelta del verano bajo forma de inflación sostenida, retraimiento del consumo, encarecimiento del coste del papel y otras materias primas, incertidumbre política y configuración de nuevos equilibrios a escala mundial no se van a compadecer de nuestros titubeos a la hora de armar una robusta defensa del libro y también del precio de los libros –nunca son caros para lo que nos aportan.
Esa defensa necesaria podría sustentarse en la certeza de que lo que publicamos merece la pena. Es un bonito reto.