¿A quién beneficia la autoayuda, a los autores o a los lectores?
La publicación del 'Manifiesto en contra de la autoayuda' (Cúpula) recupera un fenómeno que “autoayuda” más a los autores que la cultivan, según Soto Ivars, que a los lectores, que podrían encontrar más apoyo en la gran literatura, sentencia Morgado
4 octubre, 2021 11:34Juan Soto Ivars
Escritor y periodista. Autor de 'La casa del ahorcado' (Debate)
La autoayuda sí funciona
¿Que la autoayuda no funciona? Me río. Mirad la imagen completa, por favor, por supuesto que lo hace. ¿Cómo se explica, si no, el tren de vida de autores como Paulo Coelho o Rafael Santandreu? Escriben autoayuda y se autoayudan, con sus libros, la mar de bien. Que no le sirva de nada a los lectores, que mantenga solapados sus trastornos bajo paladas de egotismo y discurso positivo, que se incida en la culpa de no saber desear con suficiente habilidad una vida de éxitos, como la de los sabios gurús, todo esto no invalida que ellos logren cumplir sus objetivos gracias a este género editorial. De modo que afirmar que la autoayuda no funciona es ver solo la mitad de la foto. Una estirpe de libritos que permite a verdaderos memos vivir del cuento a base de conductismo barato merece nuestro aplauso unánime.
Afirmar que la autoayuda no funciona es ver sólo la mitad de la foto. Una estirpe de libritos que permite a verdaderos memos vivir del cuento merece nuestro aplauso unánime
El género había nacido antes, pero el filón editorial de los autoayudados se descubrió a finales de los ochenta, con el arranque de la revolución neoconservadora, y por tanto de la depauperación progresiva del modo de vida occidental. En una sociedad escaparate donde había cada vez más problemas mentales relacionados con la autoestima, la hipercompetitividad y los objetivos de vida inalcanzables, los autoayudados se limitaron a utilizar ese mismo escaparate para vender un producto.
Con él, brindaban a lectores necesitados de ayuda profesional (algunos, quizás, también de un buen bofetón) una mezcla de new age, psicología canina y frases motivacionales. Dicho de otra forma, el género se alimentaba de la misma industria que provoca esos trastornos e insatisfacciones que los libros dicen combatir: la del “si quieres, puedes”, que ha sido el auténtico pensamiento único de Occidente en los últimos treinta o cuarenta años.
Decir que la autoayuda empieza a declinar, devorada por su mediocridad manifiesta y por el cansancio de los consumidores, sería caer en el mismo optimismo bobalicón que promueven estos libros. Lo que tenemos es una resistencia, por una parte, con investigaciones como la de Edgar Cabanas y un montón de gente que sabe que esos libros son basura, frente a un inmenso mercado pujante. ¿Declive de la autoayuda? Si el horóscopo sigue persuadiendo todavía a millones de personas de que la alineación de los astros en el momento de su nacimiento determina el destino de una relación de pareja brutalizada, el éxito de una inversión o el fin de un molesto estreñimiento ocasional, cualquier señal de que el mercado decae debiera ser considerada como un declive discreto en la curva ascendente de las ventas.
Tenemos autoayuda para rato. La gente seguirá acudiendo a libros que le prometen una mejora sustancial en sus vidas tristes o miserables, sin darse cuenta de que la verdadera ayuda, la auténtica mejora, la única posibilidad, es leer libros buenos: novelas brillantes, ensayos profundos, poemas sublimes. Pero, claro, estos no suelen venderse con el reclamo de que te harán más feliz, sino más sabio. Y ¿quién demonios querría ser más sabio pudiendo ser feliz?
Ignacio Morgado
Psicobiólogo. Autor de 'Materia gris' (Ariel)
El arte de la prudencia
El concepto de “autoayuda” es ambiguo, pues puede estar relacionado con cosas tan diferentes como el bricolaje o la depresión. Obviamente, no es lo mismo dar instrucciones y consejos sobre cómo colgar un cuadro o manejar una sierra eléctrica que informar sobre cómo mejorar el estado de ánimo cuando estamos ansiosos y preocupados o deprimidos. Los libros de autoayuda más frecuentes son los que se refieren, precisamente, al estado psicológico de las personas, tratando de suplantar al psicoterapeuta. Los hay muy ambiciosos, como los que pretenden dar una receta para cosas mágicas, como la felicidad, un concepto tan complejo que hace que muchas veces el lector no encuentre en esos libros lo que buscaba y acabe frustrado.
En realidad, y en relación con el estado de ánimo de las personas, cualquier buen libro puede tener mucho de autoayuda, tanto si es una novela de ficción como un libro de historia, una biografía o un ensayo sobre la naturaleza humana. El conocimiento siempre ayuda a mejorar el humor y lo hace de muchas formas, desde explicándonos por qué somos como somos y nos pasa lo que nos pasa, hasta mostrándonos lo que han vivido otras personas y cómo han reaccionado a su propia situación y sus problemas.
La crítica a los libros de autoayuda es tan legítima como a cualquier otro tipo de libros pero, en cualquier caso, les ocurre como a todos los demás: los hay buenos, malos y regulares
Ocurre también que quienes acuden a los libros de autoayuda porque tienen problemas personales, especialmente en situaciones como la que vivimos de pandemia en que la gente puede estar más necesitada de apoyo para superar su propia situación, lo que buscan, quizá sin darse cuenta, es afirmación de su propia conducta, pues el sesgo de confirmación es algo de lo que difícilmente nos desprendemos los humanos. Por eso estos libros también tienen más éxito cuando les dicen a la gente precisamente lo que quieren oír. Los autores inteligentes no dejan de prestar atención para servir este principio y vender más.
En general, las recetas que mejor funcionan en los llamados libros de autoayuda son las que se basan en el sentido común y apelan a los principios básicos de la inteligencia emocional, es decir, las que de modo sencillo y didáctico explican a la gente cómo utilizar el propio razonamiento para darle la vuelta a los problemas y hacernos ver el mal que sufrimos de un modo más positivo. Qué otra cosa, si no, aunque no se encuadren en la categoría de autoayuda, son libros como El arte de la prudencia de nuestro Baltasar Gracián, escrito en el siglo XVIII, por no ir más lejos y llegar a las Meditaciones de Marco Aurelio el sabio, escrito hace un par de milenios. La autoayuda literaria no es nueva, la novedad quizá son los títulos pretenciosos o equivocados, pero, afortunadamente vivimos en un país libre y cualquier autor, con el permiso de su editor, puede publicar lo que desee y someterlo al veredicto de la audiencia. La crítica a los “libros de autoayuda” es tan legítima o pertinente como a cualquier otro tipo de libros, pero, en cualquier caso, a los libros de autoayuda les ocurre como a todos los demás, los hay buenos, malos y regulares.