Francesc Torres
Artista. Hoy inaugura exposición en el CGAC
Desde el espacio exterior
Sin querer sonar a cuñado voy a intentar que mi respuesta no sepa a cava largamente destapado. La prensa hace con el arte lo mismo que hace con todo lo demás, y no ahora que nos hemos vuelto aún más tontos de lo que éramos, sino siempre, desde que se inventó la prensa. Cuidado, ha habido prensa digna y la sigue habiendo en alguna Siberia para reporteros íntegros, también pueden encontrarse en la prensa mainstream cuando dicha prensa necesita hacerse la demócrata moderniki, hasta que cambia el viento y los echan. Pero la tónica general es y ha sido bajar el listón hasta el nivel del culo de los caniches y de los bajos instintos en general porque eso es lo que vende. En la política se hace lo mismo porque genera votos y así nos va, el personal cuanto más adocenado y dócil mejor, atracándose de Gran Hermano, Mira Quien Baila y de los combates de verduleras y verduleros de los reality shows. Viva Gandía Shore o Sandía Gore, que viene a ser lo mismo.
"La tónica general es bajar el listón hasta el nivel del culo de los caniches y de los bajos instintos porque eso es lo que vende. A la mayoría de la gente le importa un pito el arte contemporáneo"
A la mayoría de la gente le importa un pito el arte, especialmente el contemporáneo. No se les enseña en la escuela (primaria), no a base de mostrar postales religiosas, de señoras en cueros con algunos kilos de más y de frutas y hortalizas a punto de pudrirse, sino explicando las razones (poderosísimas) para que este patrón de comportamiento sapiens esté presente sin interrupción en la historia documentada de la especie humana desde hace 40.000 años. Más si incluimos a los Neandertales, que poseían comportamiento simbólico, enterraban a sus muertos, se adornaban con abalorios y, como no podían representar a causa de la estructura neurológica de su cerebro –que era más grande que el nuestro– hacían marcas abstractas en las paredes de sus cuevas 350.000 años antes de que Clement Greenberg hablara del arte abstracto y de la escuela de Nueva York de principios de los ‘50 como la cumbre de la pintura pura.
Apartir de ahí –es una sugerencia– se puede hablar a los niños y niñas de primaria de las artes primeras (antes primitivas) para después –es otra sugerencia– revelarles las concomitancias entre estas artes primeras y el arte contemporáneo, no para demostrar que hemos retrocedido, como hace la señora Lesper, sino para demostrar que no hemos olvidado lo que somos y que el arte en todas las culturas de todos los tiempos ha sido, y sigue siendo, un sistema de conocimiento pre-científico que ha servido y sigue sirviendo para interpretar, asimilar, explicar y aprehender el mundo y la vida más allá de como hace la ciencia a su manera. Alguien dijo que la poesía y la física de partículas se parecen mucho porque ambas están dedicadas a bregar con lo invisible.
Me parece a mí que a partir del deseo de llegar al fondo de las cosas, de la excelencia intelectual, se podría llegar a construir una sociedad culta con conciencia de serlo, en la que todo el mundo disfrutara del arte con conocimiento de causa acompañados por una prensa que quisiera y supiera informar desde la inteligencia. Posible lo es.
Elena Vozmediano
Crítica de arte de El Cultural
El arte, fuera del mercado
En teoría, el periodismo debe informar con rigor e independencia, liderar los debates de nuestro tiempo y, al lado de la ciudadanía, cuestionar las instancias de poder. Pocos medios privilegian esa función de servicio público. La realidad es que la mala salud económica de la prensa ha llevado a la necesidad de rentabilizar cada artículo publicado, contabilizando cada click, cada descarga o cada visualización. La cultura vende poco y para rentabilizar la magra inversión en piezas sobre arte contemporáneo se vislumbran solo dos vías: el contenido a la carta o la captación de la atención (y del click) del consumidor desconfiado (“yo no entiendo estas cosas” o “esto es un fraude”) a través de un enfoque estandarizado que le haga creer que conoce el terreno que pisa.
"Las pocas veces en que los medios generalistas hablan de arte reciente lo hacen a través de estereotipos. Frente a la complejidad de la creación, el reduccionismo y la anécdota"
Al lado de un tipo de artículo o pieza audiovisual que informa de manera neutra sobre exposiciones o museos y frente a la crítica especializada, las pocas veces en que los medios generalistas hablan de arte reciente lo hacen a través de estereotipos, y no necesariamente, como se cree, con animadversión. ¿Qué nos transmiten, por lo general? Que el arte es absurdamente caro, objeto de latrocinio, tráfico o blanqueo de capitales; que los artistas son unos excéntricos; que tal obra ha sido censurada o que ha ofendido/deleitado a algún grupo religioso/ideológico, que tal otra ha acabado en la basura, confundida con eso mismo, o en el suelo, por rocambolesco accidente… En realidad, muchos de los artículos publicados no hablan de arte sino de dinero, de política, de moda, de sociedad (en sentido frívolo) o de publicidad, para hacerse más fáciles y atractivos de cara al consumidor de medios. Frente a la complejidad de la creación, el reduccionismo y la anécdota.
Los artículos se escriben así casi solos: nota de prensa o de agencia, ligero sazonado y listo. La inversión por parte de los medios, como apuntaba, es mínima. Esto es clave. Apenas quedan secciones de Cultura y escasean los periodistas especializados en este ámbito con tiempo para investigar y armar artículos serios (valorémoslos). Y en las columnas de opinión mejor que no se toque el asunto. No hay una jerarquía de calidad en los contenidos, como vemos con especial claridad en los noticiarios televisivos, donde las poquísimas piezas sobre arte contemporáneo salen casi siempre por peteneras. Y como no es fácil identificar en este territorio “personajes” que pongan cara a la noticia (tenemos a Banksy, Hirst, Ai Weiwei y poco más) se buscan adláteres del tipo “fotógrafo de estrellas del rock” o “retratista de celebrities del cine”. O, peor, se convierte en personaje al propio comunicador, al estilo de Ramón Gener.
Me temo que esta situación no tiene visos de mejorar. Al lector-oyente-espectador exigente no le queda otra que cuidar, con su fidelidad y su pequeño apoyo económico, los canales especializados (a la carta, al fin): los suplementos y revistas o los pocos pero buenos programas que se hacen sobre cultura en radio y televisión. Fuera de ellos, el vacío y la trivialidad.