Manuel Martín-Loeches
Catedrático de Psicobiología de la UCM
Donde mentir está prohibido
La mentira es parte ineludible de la naturaleza humana. Nuestro lenguaje lo permite con creces pues, a diferencia del de otras especies, se puede referir a situaciones no ya del pasado o del futuro, sino que nunca han existido ni existirán. Numerosos estudios demuestran que el ser humano miente con suma sofisticación, de manera que la mentira parezca verdad.
Por tanto, no resulta extraño que la mentira también exista en ciencia, aunque esto sea un escándalo. La ciencia busca la verdad o, mejor dicho, la mejor aproximación a la verdad, siempre teniendo en cuenta lo imitado de nuestros sentidos y de nuestra forma de razonar. Pero nunca mediante la mentira. Precisamente por esto, a algunos científicos que han mentido se les ha expulsado de sus instituciones académicas y se les ha vetado la posibilidad de seguir investigando.
"El afán de notoriedad, el minuto de gloria, la confirmación de las propias teorías o la necesidad de publicar (algo que es obligatorio para un científico) pueden ser algunas razones."
Pero hemos dicho que mentir es humano y que se nos da muy bien. Así que no es raro que, sin que llegue la sangre al río, se cuelen diariamente muchas pequeñas mentiras provenientes del mundo de la ciencia. Las razones son múltiples. El afán de notoriedad, el minuto de gloria, la confirmación de las propias teorías o la necesidad de publicar (algo que es obligatorio para un científico) pueden ser algunas de ellas. Más oscuras son, sin embargo, las que tienen que ver con un uso comercial de la información tergiversada o manipulada. Así, abundan las noticias sobre la bondad de determinados productos, sean alimenticios, terapéuticos o de otro tipo; pero si indagamos lo suficiente acabaremos descubriendo que detrás de dicha investigación hay intereses económicos para que ese haya sido el resultado. El colmo de la instauración de la mentira en el mundo de la ciencia es la creciente existencia de las llamadas “revistas predadoras”, donde los artículos se publican sin haber sido revisados críticamente por otros científicos expertos en el tema, algo que sin embargo es fundamental para que avance la ciencia genuina.
La proliferación de información que las nuevas tecnologías están poniendo en nuestras manos hacen que el problema de la mentira en la ciencia se esté acrecentando en las últimas décadas. Por suerte o por desgracia, la verdad acaba imponiéndose, y se descubre la mentira. A los ojos de la sociedad, que es quien en definitiva sostiene el sistema científico con sus impuestos, esto es muy grave, pues los científicos, por definición, deben ser honestos. De rebote, la ciencia se desprestigia, y esto es tremendamente lamentable. Es lo que hace que, cada vez para más gente, las ideas científicas parezcan opinables –y no lo son– y que cualquiera pueda contradecir impunemente incluso conocimientos científicos bien asentados. Baste mencionar a los nefastos movimientos “antivacunas”. Creo que es necesario que hagamos un esfuerzo por devolver a la ciencia el prestigio y la respetabilidad que nunca debió perder. Y para eso debemos empezar por estar aún más atentos desde de la misma ciencia para mantener a raya determinadas debilidades humanas.
María A. Blasco
Investigadora y directora del CNIO
El difícil camino de la verdad
La ciencia empírica se construye sobre datos medibles. Aunque puede haber un cierto error experimental en la medición, ese error se puede calcular. La ciencia empírica nos aproxima a la verdad racional. De hecho, el anhelo del científico/a es averiguar la verdad. Es cierto que hay casos de científicos que han inventado datos, pero la mayor parte no inventa datos, sino que lo que quieren es entender los datos que observan. El científico que engaña con datos falsos ha dejado de ser científico. El científico podría introducir opiniones sesgadas en la interpretación de los datos –al fin y a cabo vive en un contexto social e histórico– pero nunca alterar los datos mismos. Por eso, la ciencia es una aproximación muy rigurosa a la verdad, diría más, la ciencia y el método científico están diseñados para aproximarse a la verdad.
"Una ideología es opinable, unas decisiones políticas son opinables, pero no es opinable si están desapareciendo especies de pájaros, de plantas o si hay un calentamiento global."
Los datos que publican los científicos han de poder ser reproducidos en cualquier lugar del mundo. Si no se reproducen, es posible que no sean ciertos, y esto suele desencadenar la retracción de la publicación original. Por lo tanto, la ciencia es un sistema iterativo para garantizar la autenticidad de los datos y cuyo objetivo final es averiguar la verdad. Siempre ha habido intentos de controlar la ciencia y a los científicos. En sus inicios, ejercían una profesión peligrosa, sabían que podían terminar en la hoguera por promulgar verdades empíricas, como Giordano Bruno o Miguel Servet. Es posible que la verdad empírica no interese a quien sustenta o quiere sustentar el poder. Ya lo decía Hannah Arendt, “el hombre que dice la verdad pone su vida en peligro”. Afortunadamente, a lo largo de la historia la verdad siempre ha terminado triunfando sobre las supersticiones o las manipulaciones, y gracias a eso ha avanzado el mundo. Pero siempre puede haber un retroceso, el interés en propagar la desinformación o las mentiras siempre ha estado ahí y ha sido usado por personas o entidades poco éticas para su propio beneficio. El problema es que ahora hay herramientas como las redes sociales que permiten que las noticias falsas se viralizen y crezcan exponencialmente, y, como decía el infame Göbbels, “si se repite una mentira suficientes veces se convierte en verdad”.
Aún más peligroso que la mentira es un mundo en el que se pierde el respeto a la verdad. También lo advertía Hannah Arendt: “Si todo el mundo te miente siempre, la consecuencia no es que te creas las mentiras, sino que ya nadie cree en nada”.
La única manera de que avancemos como sociedades libres es seguir respetando el conocimiento que nos acerca a la verdad racional, y desconfiar de aquellos que dicen alegremente que el resultado del trabajo de los científicos de todo el mundo es opinable. Una ideología es opinable, unas decisiones políticas son opinables, pero no es opinable si están desapareciendo especies de pájaros, de plantas, o si hay un calentamiento global. De ahí la importancia de la educación y de la formación, pero también de la investigación rigurosa y de calidad.