Arte y árboles
Francisco Javier Irazoki
Un amigo adulto, de estatura y peso normales, salta desde la copa de un árbol cualquiera y se posa en la cima de otro situado en las cercanías. Lleva muchos años con la costumbre y seguimos sin entender que no se haya roto incluso la aureola. Ante nuestro asombro antiguo, él quita importancia a sus méritos de pájaro hábil. Según nos muestran las experiencias, no parece menos temerario que un mismo artista pruebe su talento en diferentes disciplinas. No valen sólo los ejemplos medievales del clérigo Guillaume de Machaut, un ave revolucionaria que tomaba impulso en las teorías del Ars Nova y aterrizaba para poner las bases de las misas sinfónicas del futuro, fijar las normas del canto real o la balada y transformar todo lo que había cazado en el aire. Ya en la vejez, enamorado, voló hasta un árbol exótico y allí compuso más de diez mil versos dedicados a una muchacha. Tampoco vamos a consolarnos con los éxitos del Renacimiento. Ahora, en nuestra propia casa, tenemos los dibujos, el acordeón y la poesía exuberante de Juan Carlos Mestre, cuyo ingenio no disminuye en ninguna disciplina. Y, más escondidos, los trabajos de Ildefonso Rodríguez, que es un poeta serio y un saxofonista sentado en las primeras filas de la calidad. Por si hubiera una rama de duda, se ha unido a la cantante Cova Villegas, al guitarrista Cy Williams, al contrabajista Jorge Frías y al baterista Diego Gutiérrez. Con el nombre de Quinteto Cova Villegas, han grabado el disco Free space. A los cinco se les nota la larga trayectoria recorrida antes de llegar a esta obra de libertades maduras. El saxofonista domina bien el bosque de John Coltrane. Literario o musical, el poema de Ildefonso Rodríguez salta con fuerza entre árboles diversos.