J.J. Armas Marcelo

Según mis noticias, Juan Carlos Chirinos, el autor de Gemelas (Casa de Cartón; Madrid, 2013), ha avanzado muchísimo en su novela sobre Rufino Blanco Fombona, el bárbaro ilustrado. No es la primera vez, ni será la última, que escriba sobre este personaje, muy buen escritor cuya aventura vital es superior a la de su literatura. Los personajes de la época lo tenían por un 'pesado' que se acercaba a ellos para pedirles "la firma para su Premio Nobel" y, aunque nunca estuvo propuesto de verdad para ese galardón, es el venezolano que más cerca ha estado de ganarlo. Era un loco genial, amigo de todo el mundo, que se ganaba enemigos por doquiera caminaba. Una vez quiso que la Armada Española invadiera desde Canarias su país, Venezuela, estando él como estaba en España exiliado de la interminable dictadura de Juan Vicente Gómez, el Padrecito del país portátil. No consiguió nada, pero en otra ocasión, en un tugurio de París, se peleó a puñetazos con Rubén Darío, que era su amigo. Uno de esos golpes tumbó al poeta, que salió por la ventana y cayó a la calle, hasta donde fue Blanco Fombona a rematarlo. De repente, se arrepintió y le dijo: "No te mato porque eres un gran poeta". Otra vez retó a duelo a tres contendientes, el mismo día con media hora de diferencia. Al primero, a las siete y media de la mañana, lo hirió. Al segundo, lo mató. Y el tercero, prudente e informado, no se presentó al combate.



En el pasado mes de julio presenté, junto a José Esteban, la novela Gemelas en Fugitivas, una librería estupenda y heroica de las que ya quedan pocas. Celebramos además mi cumpleaños. Me metí con un par de escritores sobrevalorados y alguna que otra señorita escritora se escandalizó y abandonó el local como si aquello fuera Sodoma o Gomorra. En esa presentación, dije que siempre que pasaba por la calle José Abascal, de Madrid, me acordaba de Blanco Fombona porque allí, a la derecha bajando hacia Castellana, había un instituto de enseñanza media que recibía el nombre del venezolano. Al final de mi intervención, y muy discreta y educadamente, una señora me sacó de mi error: aquel instituto no estaba dedicado a Rufino Blanco Fombona, sino a Rufino Blanco Sánchez, un pedadogo español a quien mataron, junto a otros españoles, en Paracuellos, en aquella matanza nunca aclarada del todo, y que involucra a Segundo Serrano Poncela y Santiago Carrillo. Gracias por avisarme y sacarme de mi yerro.



Chirinos trabaja en la novela de Blanco Fombona rodeando su vitalísima biografía, llena de locuras y empecinada en coger la luna con la mano. Nada más propio de escritores, y de artistas en general, que cultivar su propia egolatría, sin la que no darían más que un paso y ya estarían muertos. González-Ruano decía que para ser escritor en España había que llegar a tener piel de paquidermo, para que las balas y los dardos te resbalaran por la epidermis y no te hicieran ningún daño. A mí me provocan hilaridad los escritores que tratan de disimular su egolatría tras una máscara de hipocresía que deja ver toda la vanidad del mundo en un alma no siempre limpia y consecuente. Rufino Blanco Fombona tenía esa egolatría de los escritores a flor de piel, y conforme al dicho de Henry James, una voluntad de hierro por ser lo que fue, novelista casi todo el tiempo sino el tiempo completo. Por eso es un personaje de novelas, y no sólo un escritor de novelas.



Soy de los que cree que Juan Carlos Chirinos es un escritor, todavía joven, que va a encontrar su camino precisamente a través de la novela que escribe sobre su paisano. Cada vez que nos vemos, sobre todo en las lentejas de los lunes en el Café Gijón, en Madrid, Chirinos me cuenta su novela: un capítulo más de Blanco Fombona, entre la leyenda y el imaginario que el propio escritor ha ido componiendo sobre su paisano. Mientras tanto, releo algunas páginas de Gemelas, una novela que tiene lugar en Madrid y que está sumamente influida por el cómic, del que Chirinos es un gran lector. Espero que el novelista dé por fin en el clavo con su bárbaro ilustrado y que todos los lectores se beneficien de esa literatura.