Miguel d'Ors
Ana Eire es catedrática de literatura hispánica en la Universidad Stetson de Florida. Ha publicado Conversaciones con poetas españoles contemporáneos (2005) y una compilación de versos de Miguel d'Ors, El misterio de la felicidad (2009).Eire es la responsable de la edición de Sin fronteras, que lleva el subtítulo de Antología de poetas gallegos que escriben en español y reúne una selección de textos de catorce autores. La antóloga explica que "la frontera -en todas sus encarnaciones- y la idea de traspasarla es una imagen recurrente en todos los poetas seleccionados". La ausencia de José Ángel Valente en el libro se debe a razones legales.
Los escritores son presentados por orden alfabético y la muestra comienza con Blanca Andreu (La Coruña, 1959). El surrealismo poderoso del primer libro de Andreu se transforma lentamente. Un mundo de vuelos, heridas, caballos y piedras curvas da paso a una escritura más clara. La poeta evoca con delicadeza los perros de Atenas, un cisne negro, la figura del padre y la de Juan Benet. Le sigue Luisa Castro (Foz, 1966). Con fuerza expresiva, en sus páginas confluyen rozaduras, caminos embarrados, el recuerdo del abuelo que colecciona hoces dentadas y otros objetos ya inservibles. Una mudanza anodina encierra una soledad profunda en el libro Los hábitos del artillero. Los poemas de José Cereijo (Redondela, 1957), con extensión media o con brevedad de haiku, transmiten una gratitud elegante. Su tono sereno une la belleza y los abismos.
La creación poética de Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) es tan innovadora como su narrativa. Con alusiones científicas, emparejando a Cioran, Lowry y Golpes Bajos, huye de lo previsible o convencional. A continuación, leemos a dos escritores jóvenes, David Fernández Rivera (Vigo, 1986) y Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984). El primero utiliza el acompañamiento musical, la coreografía, la perfomance, y los complementa con el dominio de la métrica. El segundo, reflexivo, emplea las preguntas para combatir la comodidad de los tópicos. Beatriz Hernanz (Pontevedra, 1963) dedica textos a una Hispanoamérica de manglares, dioses perdidos, volcanes. Ve en La Habana "la cárcel de la palabra / cercada de sol".
María Elvira Lacaci (Ferrol, 1929 - Madrid, 1997), primera mujer que obtuvo el Premio Adonáis, aúna la poesía social y las búsquedas religiosas. Se aprecian las huellas de César Vallejo y Blas de Otero. Arcadio López-Casanova (Lugo, 1942) considera al hombre "piedra de destierro". Su visión dramática de la existencia se refleja en los sonetos de Asedio de sombra. Sobresale la calidad de los poemas narrativos de José María Merino (La Coruña, 1941), prestigioso prosista. Merino recuerda a las viejas criadas y a las muchachas de su adolescencia.
Evoca tormentas, despojos domésticos, plegarias, bibelotes. Por su parte, César Antonio Molina (La Coruña, 1952) ha depurado su estilo hasta conseguir un peculiar minimalismo. Al más veterano de los autores incluidos, Carlos Oroza (Vivero, 1923 - Vigo, 2015), se le pone frecuentemente la etiqueta de beatnik. Poeta oral y partidario de la vida bohemia, se identifica con Walt Whitman. Sus páginas contienen vértigos, fiebre, un barco roto. "Es en la evasión donde está el sentido de mi propia seguridad", sentencia. Miguel d'Ors (Santiago de Compostela, 1946) representa el refinamiento, la disidencia política, la fe religiosa, la sabiduría formal. Un amigo efímero, un hayedo, unos caballos en la nieve, la música de Charlie Parker o el grito de un arrendajo son descritos con maestría admirable. El libro acaba con los versos de la poeta más joven del grupo, Raquel Vázquez (Lugo, 1990), que combina certeramente la intensidad con la concisión.
Sin fronteras, un conjunto valioso editado con esmero, incluye sucintos y perspicaces análisis de Ana Eire sobre la obra poética de cada autor.
@FJIrazoki
Arrendajo
Centinela del bosque, el arrendajoadvierte a toda la Naturaleza
tu llegada.
Ese grito,
que desgarra como una cuchillada
herrumbrosa el silencio, significa
que un intruso está entrando en este espacio puro.
Tú que no eres
puro, tú que no eres hermano de los robles,
de las piedras musgosas,
de las aves que pían en ramas ignoradas,
del agua que, secreta, halaga las raíces,
no mereces vivir en este mundo;
tú no tienes derecho a entrar a la armonía
mientras no haya armonía dentro de ti. Detente;
vuelve a tu vida; deja en ella todo
lo que crees saber; busca de nuevo
la infancia, aquella luz
del corazón.
Con ella, acaso un día
puedas volver al bosque
sin que se sobresalte el arrendajo.
MIGUEL D'ORS