Eduardo García. Foto: archivo
El año pasado moría en Córdoba Eduardo García. Nacido en São Paulo, Brasil, en 1965, vivía en España desde niño y ejercía como profesor de filosofía en Córdoba. Al cumplirse el aniversario, esta edición recoge sus libros publicados más otros dos inéditos, escritos en 2016 durante la enfermedad, así como un puñado de poemas que se dieron a conocer en diversos lugares y otro más de inéditos.Todo ello lo enmarcan dos ensayos -el de Andrés Neuman sobre la amistad perdida; el segundo de naturaleza crítica- de todo interés para el lector que ponen en claro las claves fundamentales de su escritura. Un libro que es un acto de justicia. García publicó además un volumen de aforismos, Las islas sumergidas, y dos de ensayo, uno de ellos, Una poética del límite, particularmente relevante para entender su quehacer poético y sobre la poesía en general.
La poesía de Eduardo García llamó muy pronto la atención de la crítica. Fue un poeta muy consciente de su labor y señaló dos etapas en su escritura y de modo muy claro en el mencionado ensayo Una poética del límite. De "poemas-relato realistas" calificaba los de su primer libro, Las cartas marcadas (1995), y es cierto. En ellos se percibe con claridad la larga sombra de Jaime Gil de Biedma, modelo central de la llamada poesía de la experiencia, pero en los que se leen también algunas salidas de tales presupuestos. Por ejemplo, dice a la amada: "Soy frágil en tus manos, soy papel", y enseguida "siento el furor callado de las constelaciones, / la huida de las fieras en el jardín en llamas", lo que va más allá de un decir realista. Estos pasajes añadían a aquellos poemas valor y lo que en las siguientes publicaciones se iría acrecentando.
No se trata de un juego (1998) se abría, y era un umbral muy significativo, con palabras de Lewis Carroll: "Juguemos a que existe alguna manera de atravesar el espejo"; y es que se puede afirmar que a partir de ese libro los poemas de García ya no pretenderán situarse en este lado del espejo, sino que como Alicia dan el paso. Otro texto, el artículo titulado "Reencantar el mundo" (2001), comienza hablando del misterio, de "sus infinitas puertas rumbo a lo desconocido" y de la poesía como actividad verbal que permite responder a esa llamada. Allí mismo proponía la etiqueta "realismo visionario", que, pese a lo contradictorio o por eso mismo, es todo un acierto.
De que García sabía lo que tenía entre manos dan razón los poemas. Así, en uno el sujeto que contempla un cuadro entra en él; en otro, la mirada es "el vagón que me lleva más allá de mí mismo" y esto, el atravesar los límites de la identidad, de lo que uno cree saber de sí mismo, de dejar salir a ese o esos otros que nos constituyen, tan a lo Borges, es uno de los temas profundos, más allá de las anécdotas de las que el poema parte y habla, que hacen de este conjunto poético uno de los que destacan en la poesía contemporánea.
En lo esencial, los libros posteriores son el desarrollo de la poética trazada en aquel momento. Como se lee en otro de sus poemas es "Soñar despiertos siempre". García trató, y con éxito, de seguir la tradición moderna, la que arranca con los románticos y continúan el simbolismo y las vanguardias y ello sin ceder a la dicción extravagante, fundiendo dos componentes que a veces se ven como irreconciliables, el conocimiento y la comunicación, con un discurso cálido, afectuoso. Leer esta poesía, dejarse atrapar por ella, es un último acto de justicia lleno de recompensas.
Confidencial
Cada verso que escribosusurra al otro lado otras palabras,
otras voces convoca en otras lenguas,
debajo de la página. Ya escucho
el eco de las fuentes que me brotan
más allá del papel. Hablan despacio
de lo desconocido. Sigilosas,
iluminan regiones en penumbra,
rescoldos encendidos, sangre seca,
las altas barandillas de la infancia,
peleas de vecinos
en el patio interior.
Cuando miro en el pozo del poema,
en las aguas del pozo, en lo secreto,
otro rostro sonríe al otro lado.