Luna Miguel. Foto: archivo de la autora
Desde sus primeros libros, Estar enfermo y Poetry is not dead (2010), Luna Miguel (Alcalá de Henares, Madrid, 1990) ha venido mostrando una escritura personal, una posición propia en la poesía en la que una de sus marcas es la presencia del cuerpo en el texto y con una lengua liberada de tabúes, en lo que coincide con varios otros autores más o menos coetáneos, y por si su poesía no fuera suficientemente explícita, ahí está su libro misceláneo El dedo. Breves apuntes sobre la masturbación femenina (2016).En principio, eso no es por sí mismo poético, aunque sí renovador por mucho que cuente con una cierta tradición, en la que, sin necesidad de remontarse más lejos, habría que contar con poemas de Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero o Luis Antonio de Villena. Y, fuera de la tradición española, Allen Ginsberg, una referencia bien visible en esta lengua libre de Luna Miguel, que en este libro se centra en dos temas: la vida y la muerte, la muerte de la madre y el nacimiento de un hijo, por una parte, y el viaje por otra.
La madre, la enfermedad, su pérdida, el luto, la exigencia de decirlo -no falta el recuerdo de la elegía de Ginsberg a su madre- y fantasearse de bebé lactante, la madre muerta recordada dando la vida. Y el nacimiento del hijo, la maternidad, la ternura dicha con palabras antes no dichas, "contemplo tu ano pollito", "caca de neonato", palabras que expresan verdad y la escena se repite: "tu vida entera es mi leche / pero eres tú quien me alimenta", que tiene su contrapunto en estas palabras sobre la madre: "mis manos y mis ojos y mi infancia fueron su mayor fortuna". El ciclo continúa y es que "vivimos para morir morimos para vivir", se dice en una especie de máxima.
Y está el viaje, otras tierras, otras culturas, México, Japón, Roma, etc.; es el viaje en cuanto experiencia de lo otro y que invita a consignar las anécdotas, una foto al regreso le dice al personaje "habla de todo esto cuando llegues a casa", a mirar de otro modo. Y también allí, en espacios ajenos, la cotidianidad: un enfado con la pareja, el encuentro de los cuerpos, etc. El motivo de la polilla, que cae y muere -contrapartida de la concepción que habría tenido lugar en esos días-, se reitera por los poemas hablando de la fragilidad y da unidad, como llamar "pollo" al bebé anuda otros más.
Poeta con una obra ya reconocida, Luna Miguel presenta aquí unos poemas que reclaman toda la atención y que la consolidan como una de las poetas contemporáneas imprescindibles en una estética que se define actual y no le faltan razones.