Carla Badillo Coronado
El director Serguéi Paradjanov se propuso en la película El color de las granada, homenajear al poeta armenio del siglo XVIII Sayat Nová, y hacer de sus palabras imágenes. Casi un siglo después la poeta ecuatoriana Clara Badillo Coronado (Quito, 1985) cifra en nuevas palabras, en lo que es una segunda transducción, lo que Paradjanov filmó. Y en este ir y venir el resultado, aun cuando no se conozcan los intertextos mencionados, es magnífico.Se estructura el conjunto en ocho partes. Las siete primeras se dedican a la trayectoria vital del poeta, desde la niñez hasta su muerte, y la última, "Transfiguración del poeta", le da la palabra en una serie de monólogos dramáticos, esa forma de la modernidad, donde se leen los que tengo por los mejores poemas del libro, siendo que, como he señalado, todo él es muy valioso.
Desde el primero de los poemas se afirma la transcendencia de la palabra poética, que se identifica con lo simbólico: "los símbolos son escrituras sagradas"; y también su necesidad para la vida: "los símbolos hacen posible la existencia". De esta manera, la poesía pone todo en juego, sabe que la existencia está ligada al morir desde el nacimiento ("La vida me desposó con la muerte") y en el intervalo entre uno y otro acontecimiento sólo está el tiempo, del que surgen los poemas. Se lee que escribir es "romper las paredes del tiempo". Todo ello dice cómo lo poético no es un adorno, sino algo que nos concierne a todos porque nos conduce, desde un afuera, la palabra de otro, a conocernos a nosotros mismos. Además, se otorga a la poesía, en cuanto revelación de las verdades últimas, una función salvadora: "Un día mi canto despertará la multitud". Palabras luminosas, iluminadas las que encierra y desvela el color de la granada.