José María Parreño. Foto: Miguel Ángel Santos
En el colofón, esa pieza de los libros que tantas veces no se lee y de hecho tan anodina casi siempre, se hace saber que el título del libro sería "Pornografía para insectos o más bien El desvividor", lo que viene a dar respuesta a la afirmación del prólogo por la que se advierte que el presente no es el libro que se habría pretendido escribir, con lo que se establece un juego de dobles que se prolonga en uno de los núcleos temáticos del libro: un cuestionamiento del yo actual -"A yo/ se lo ha llevado/ un viento insoportable,/ una buena noticia/ o lo que fuera" dice de un modo que parece despreocupado uno de los poemas- para hacer que surja otro yo, desconocido, y, como se dice en el prólogo, estos poemas serían "la autobiografía de un yo al que antes no había tenido acceso". Así, Pornografía para insectos es escritura del conocimiento, escritura que se traza para ir más allá de lo sabido, dando la palabra al lenguaje.Tras Poemas de amor y no en 2006 José María Parreño (Madrid, 1958), que además de poeta y novelista es un reconocido crítico de arte, presenta ahora el que quizá sea el mejor de sus libros. El título se explica en el poema pórtico: ciertas orquídeas se asemejan a hembras de abeja y atraen a los machos para conseguir su polinización, en lo que queda expuesta la idea de simulación, por la cual: "Todo se puede decir/ a través de otra cosa,/ que no es/ y que en cambio revela/ una oculta verdad", versos que alertan sobre el hecho de que tanto la escritura, e igualmente vale para la lectura, son prácticas en las que alienta el trampantojo, de lo que es buena ilustración la sucesión de calambures encadenados en el poema que comienza con "No mientes si dices simientes".
Varios de los poemas son meditaciones sobre el sentido de la vida, lo hecho, lo por hacer y es rotunda la afirmación. "No se entiende la vida" y ello no es motivo, así se dice, ni para el lamento ni para la celebración, en cualquier caso es "La única vez/ en que poder amar", lo que ha de entenderse como la posibilidad que redimiría el vivir.
El mundo, por otra parte, es plasmado desde una visión apocalíptica: "Vi los continentes heridos […] Vi que los gobiernos regalaban víveres infectados"-, un mundo de falsedades -"La verdad sólo era un logotipo"-, son versos del poema "Actas del último día", que termina invocando al "Dios del Poder" para agradecerle que las cosas sean de este modo.
Asuntos y perspectivas diversos para una poesía que no es fácil, como tampoco lo es, para quien lo pretenda, encuadrarla en algunas de las poéticas al uso; no es casualidad que hace ya algunos años fuese uno de los seleccionados en la antología Ocho poetas raros: raro o no, su escritura es eficaz y sus poemas no dejan indiferente al lector, al que, a veces entre juegos, invitan a la reflexión sobre el mundo y la propia condición.
Hablo por su boca
mientras sigue
pensando qué decir.
Vivo en su envés,
miro
por la rendija negra
de su parpadeo.
Soy la página
que rompe,
la nota
que no sabe descifrar,
la errata
que olvida
corregir.
Soy su mitad o más.
Pero no tengo nombre.