Retrato del poeta durante la Gran Guerra
A Gerald Brenan (Sliema, Malta, 1894-Alhaurín el Grande, Málaga, 1987), le será muy difícil separarlo al lector español -al menos el de mi generación-de dos imágenes. Una, la del escritor británico que se instala en España en 1919 hasta su muerte y, otra, la de libros muy concretos, algunos de ellas deliciosos e inolvidables en su género, como Memoria personal (1920-1975) o del cronista de una tierra -la de la Andalucía granadina y malagueña, profundamente ligada, sobre todo, a los años de la Guerra Civil. Obras como Al sur de Granada, El laberinto español o La faz de España, apuntan en este sentido.Los más avisados y fervorosos lectores de este escritor viajero y rebelde, recordarán también su biografía de San Juan de la Cruz, publicada en 1974, cuando aún no se habían escudriñado muchos de los datos biográficos del autor del Cántico. En este libro no sólo se apuntan detalles curiosos de nuestro poeta sino que se nos ofrece una interpretación realista y jugosa de sus poemas, no sólo de los más conocidos, sino de otros inusuales, como "la impresionante serie de versos", dice él, del poema de las nadas.
Pero es su vida la que nutre nuestra visión de él. Un nacimiento en el Mediterráneo. Se forma en Inglaterra, pero su inquietud le lleva a viajar a pie por Italia e Inglaterra. Este afán de huída y libertad se quiebra con la dura experiencia de su participación en la Primera Guerra Mundial. Pero de ese periodo atroz salió huyendo de nuevo. En 1919 viaja a España, con un cargamento de libros, para instalarse entre 1919 y 1936 en Las Alpujarras, en Yegen (Granada). Gerald pasó a ser Don Gerardo para los hispanos. Nuevos viajes, otra guerra vivida como cronista, la Civil Española, y un nuevo traslado a Churriana. Muere a los noventa y dos años en Alhaurín dejándonos esa imagen del autor de determinados libros emblemáticos, editados en esa encrucijada política española de principios de los setenta.
No es posible la aproximación a la poesía de Brenan sin ofrecer al lector esta semblanza mínima del personaje y de sus obras primordiales. Pero Brenan también fue poeta, y con un deseo muy especial, si nos atenemos a lo que Ian Gibson escribió tras su muerte: [Brenan] "siempre decía que quería ser poeta: auténtico poeta es lo que más hubiera anhelado ser." Al parecer, su rigor y humildad para con la escritura no le permitió poner de relieve su poesía, pero aquí está ahora editada junto a esos otros libros que la editorial Confluencias va salvando del olvido, como los Diarios sobre Dora Carrington o los Diarios de la Gran Guerra.
Nos encontramos ante un poeta de voz vigorosa y profunda, fiel a un depósito culto, formativo, muy rico, en el que pesan mucho no sólo las lecturas de la tradición inglesa, sino nuestra propia poesía. Ya hemos hablado de la influencia de san Juan de la Cruz. O, ahora, del hecho de que acompañe a un villancico navideño con una cita de Góngora. Esa base lectora culta le lleva a situar al final de esta antología lo que él reconoce como "Parodias de Ezra Pound", en las que, desde la ironía o la sátira, escribe verdaderos poemas como "La canción del arponero". Carlos Pranger, el preparador de esta selecta antología nos señala los tres bloques o fuentes de donde provienen los poemas "interrelacionados": "El instante magnético", una selección de poemas tardíos editados en 1978, "Poemas selectos del Archivo Español de Brenan", una serie de textos manuscritos que Brenan legó a la madre de Pranger, y las citadas "Parodias" de Pound.
En estos ricos poemas podremos rastrear sutilmente sentimientos del autor, desde su significativa experiencia de infancia ("Huyó cuando aún era un niño repleto de sueños,/ de los rostros animales y de la gelidez de sus padres./Sus únicos amigos las montañas y los arroyos;/ le enseñaron plegarias, pero no le dieron consejos"), hasta la madurez que sólo dan los años, valores ciertos como el del Amor ("Oh Amor, tú el único divino,/enséñame a ver./Oh Amor, tú, sólo vino/enséñame a beber, y a ser/nada hasta que yo, todas las cosas, sean junto a mí". Estos son los poemas de un británico y de un europeo, pero también de un español que llegó a serlo gracias a la experiencia del vivir y del contemplar en un sur profundo. Las nadas sanjuanistas, como vemos, influyeron en su profunda visión de la realidad hasta sus últimos días.