Nicanor Parra
Han transcurrido ya cinco años desde que apareció el primer volumen de esta obra, felizmente incompleta pese al provocador enunciado del título, de Nicanor Parra (Chillán, Chile, 1914) galardonado con el último Premio Cervantes. Pero el lector dispone ahora, además de los excelentes prólogos del primer tomo, de más noticias sobre la azarosa evolución y publicación de su obra poética editada también bajo el control de Niall Bins y la solvente paciencia de Ignacio Echevarría y la colaboración de Adán Méndez.El lector interesado en la evolución de Parra -uno de los grandes poetas de la lengua- no podrá pasar tampoco por alto las 172 páginas de notas en letra menuda que arrojarán alguna luz sobre los avatares de unos textos desperdigados o de formas de poesía visual de todo signo, de las que se ofrecen tan sólo muestras hasta el punto de que los editores ironizan y estiman que deberían calificarse no como algo más, sino como algo menos, "dada la cantidad relativamente amplia de materiales que, por las razones que se van dando, han debido dejarse al margen" (p. XIII). Parra viene a demostrarnos que el sentido del humor puede favorecer una poesía que busca en cada oportunidad un original sistema de comunicación. Una "Cronología de 1973-2006" sintetiza los varios períodos que se configuran en el presente volumen, pese a su tamaño, antológico.
Los Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, de 1977, abre el libro. En las notas descubrirá el interesado una síntesis sobre el personaje real en el que se inspiró Parra. Y, desde la página tres, la voz impostada que oscila entre el fanatismo, la falsa profecía, la atracción por lo obvio y el lenguaje o mensaje de ámbito religioso, aunque duramente anticlerical: "Un agregado de última hora:/ tan pronto como se me apareció el Señor/ tomé un lápiz y una máquina de escribir/ y me puse a redactar mis prédicas/ en el mejor castellano posible". Le seguirán los Nuevos Sermones…, publicados en 1979. En el poema LV entenderá la poesía como un peligro social, porque el "Nocturno" de José Asunción Silva o el "Poema 20" de Neruda (de su libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada) incrementaron, según el autor, el número de suicidios: "la poesía debe ser positiva/ como la Corporación de Fomento/ o los Ferrocarriles del Estado/ la libertad de expresión es un mito". No exime de su ironía ni a los comunistas, ni al socialismo, ni al cristianismo. Pero sería una simplificación entender esta voz, emparentada con la antipoesía, como mera parodia.
En Chistes parra desorientar a la policía poesía, de 1982, se reproducen algunas de las postales ilustradas por cerca de cuarenta artistas. Parra muestra su ingenio provocativo: "INRI/ precursor de los vuelos espaciales/ resucitó al tercer día/ y se elevó a los cielos sin motor" o con dureza autoreflexiva: "Defínete de una vez/ -Ex payaso de la burguesía". Y retornará de nuevo a la figura del Cristo de Elqui en Últimos sermones, de 1983. Alternará la palabra con la imagen en los divertidos antivillancicos (Coplas de Navidad) del mismo período. Pero será en De Hojas de Parra (1985) donde sustituirá, en ocasiones, el habitual coloquialismo con dialectalismos como en "La venganza del minero": "Bajé de la mina un día/ con una güena tucá/ iba a cumplir mi palabra/ de ver a la pior es ná/ y de casarme con ella/ con toa seguridá…" sin abandonar tampoco las fórmulas de la antipoesía (que enumerará) y la provocación: "NO SE SIGAN ROMPIENDO LA CABEZA/ las poesías no las lee nadie/ da lo mismo que sean buenas o malas".
El poeta chileno se debate entre la escritura, la imagen y la oralidad. Y a ella recurrirá en textos como el Mai Mai peñi. Discurso de Guadalajara (1991), Happy Birthay. Discurso del Caupolicán (1993), Also sprach Altazor. Discurso de Cartagena (1993), Discurso del Bío Bío (1996), a raíz de la concesión de uno de los varios doctorados honoris causa que han recibido, de donde procede el divertido poema "No soy tan Parranoico"(XV).
Nicanor Parra seguirá siendo un poeta de culto y, a la vez, un iconoclasta. Pero el lector, gracias a estos dos volúmenes, dispone ya de los elementos fundamentales para entender las razones de su difusión internacional, de la resonancia de su aventura estética, así como su vigencia. Cabrá preguntarse por las razones por las que se tardó tanto en concederle el merecido Premio Cervantes. A menos que se defienda la tesis de que el humor no puede anidar en árboles poéticos, aunque resulten tan frondosos.
EPITAFIO
De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa,
Hijo mayor de profesor primario
Y de tía modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca de ídolo azteca
-Todo esto bailado
por una luz entre irónica y pérfida-
Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y de aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!