Un pueblo dedicado exclusivamente al cuidado y el bienestar de personas con discapacidad intelectual. ¿Es algo bueno o malo? ¿Una iniciativa loable o un error? El lugar existe, se llama Neuerkerode y es objeto de debate en Alemania. En este diminuto pueblo a las afueras de Sickte, en la Baja Sajonia, conviven 800 personas con discapacidad y alrededor de 1.000 entre cuidadores, sanitarios, personal de servicio, monitores de educación física, cocineros y todo tipo de profesionales que hacen que la localidad funcione. Pero con el auge del concepto de inclusión, que aboga por que las personas con riesgo de exclusión y marginalidad participen de la vida común de la sociedad, Neuerkerode se ha ganado muchos detractores en los últimos años, hasta el punto de que el Estado alemán —que financia la institución— se ha planteado clausurarla.
Fundado en 1868 por un sacerdote, un médico y una filántropa con la mejor de las intenciones —ocuparse de un sector de la sociedad desatendido e indefenso—, la existencia misma de un lugar así es hoy una cuestión polémica con numerosos pros y contras. Para dar a conocer al público general cómo es la vida allí y mejorar su imagen, el antiguo director de la institución, Rüdiger Becker, encargó un cómic al ilustrador Mikael Ross, a quien dio absoluta libertad para enfocarlo como quisiera. En lugar de realizar una historieta documental, el autor optó por contar una enternecedora y a la vez dura historia de ficción basada en los hechos reales y anécdotas que le contaron los residentes durante las temporadas en las que convivió con ellos a lo largo de dos años y medio.
El resultado fue Der Umfall, con el que Ross se dio a conocer, ya que ganó el premio de cómic más importante de alemania, el Max und Moritz-Preis, así como el Rudolph Dirks Award, y fue finalista de varios más. En España conocemos a Ross por un libro posterior, su magnífica biografía de la infancia de Beethoven, y ahora acaba de ver la luz su primera obra con el título Aprendiendo a caer, en la editorial Reservoir Books.
El libro cuenta la historia de Noel, un adolescente cuya madre queda en coma y es trasladado por las autoridades a Neuerkerode, donde descubrirá el amor, aprenderá a relacionarse con otros jóvenes y también con los mayores del lugar y tendrá que aprender a gestionar sus emociones y a hacer frente a su nueva situación.
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“Cuando se publicó el libro en Alemania, el propio concepto del pueblo estaba siendo muy atacado. Dicen que es antiinclusivo. Yo al principio era escéptico, pero con el tiempo descubrí que es un espacio complicado”, explica Mikael Ross desde Berlín mediante videoconferencia.
“Para algunas personas es fantástico y para otras es todo lo contrario. En Berlín, por ejemplo, en un centro para personas con discapacidad, estas no pueden salir de casa sin estar acompañadas, por el tráfico y todos los condicionantes de una gran ciudad. En Neuerkerode es distinto: las casas están abiertas y pueden salir sin pedir permiso a nadie, tienen más posibilidades de organizar su vida y conectar con un grupo mayor de gente. Para las personas activas que pueden andar, es un lugar estupendo. Para quienes tienen una discapacidad mayor y tienen que estar en cama, es un lugar absolutamente distinto. Son las dos caras de una misma moneda”.
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“En Alemania, si tienes una discapacidad intelectual, no puedes decidir sobre tu propia vida. Lo hace tu familia o el Estado. No eres libre. Las historias de las personas que viven en Neuerkerode son muy distintas entre sí. Hay un individuo que bebía tanto que el alcohol le provocó una discapacidad mental. Otras personas llegan allí siendo adolescentes porque sus familias piensan que allí podrán socializar más con otras personas, otros van cuando sus padres fallecen y ya no pueden valerse por sí mismos y otros, cuando se hacen demasiado mayores y se vuelven dependientes. Yo he visto en Neuerkerode personas con hobbies, pareja, actividad, creo que eso también manda un mensaje a otras personas con discapacidad, y que cuando sus padres no estén ahí todo puede ir bien”.
La publicación del libro en Alemania avivó el debate sobre si había que cerrar o no Neuerkerode. Pero rápidamente se vio que “no había una alternativa”, afirma el autor de Aprendiendo a caer. “Las autoridades recibieron mucho feedback de las familias y de la gente que vive allí. Algunas llevan viviendo allí 20 o 30 años y lo consideran su hogar. La conversación se fue calmando y ahora el tema es menos radical y se entiende que la mejora de la situación de las personas con discapacidad no tiene por qué ser uniforme, ya que la situación y las necesidades de estas personas son distintas entre sí”.
“Al principio adopté un enfoque periodístico, haciendo preguntas a la gente, entrevistando al personal, pero no me condujo a nada. Después de tres o cuatro visitas decidí cambiar de estrategia y centrarme en los espacios y la gente con la que más conecté, especialmente en la sala de arte. Pasé tiempo con ellos y empezaron a confiar en mí y contarme historias sobre el lugar”, explica Ross.
“En Neuerkerode descubrí el humor y la apertura de la gente, su bondad y su curiosidad. El libro no puede quedarse con los hechos secos, la calidad emocional es lo importante, y para eso la ficción es mejor”.
Ross también tomó decisiones sobre el estilo gráfico para adaptarse a la historia que estaba contando. “Pasé mucho tiempo en el taller de arte de Neuerkerode, y allí usan mucho los lápices de colores. Yo no había trabajado con ellos y me asesoré hablando con los artistas. EN cada libro empleo una técnica nueva porque si no me aburro. Cuando empecé hacer pruebas con lápices de colores, vi que funcionaba muy bien pero daba un resultado demasiado vibrante, ponía mucha estructura en el papel. Con tantos dibujos en la página hay que unificar un poco los colores entonces decidí introducir también color digital”.
Exterminio nazi
El cómic también cuenta el episodio más funesto de la historia de Neuerkerode: durante el Tercer Reich, los nazis asesinaron a la mayoría de habitantes del pueblo, ya que los discapacitados eran uno de los objetivos de su política de exterminio. Un episodio que se cuenta en el cómic a partir de los recuerdos de una anciana de 96 años que sobrevivió escondiéndose en el bosque y que perdió al resto de sus hermanos.
“En Alemania aprendemos cosas sobre el Holocausto desde niños, pero yo no era consciente de que también tenía entre sus objetivos a las personas con discapacidad. Es una parte brutal de nuestra historia. Ahora, con el ascenso de partidos de extrema derecha en Alemania, es importante mostrar a la gente de qué somos capaces si vamos por el camino erróneo”, opina Ross.