La primera página de este novelón gráfico de 300 páginas ya nos da la medida de la originalidad de la obra. Es la secuencia del acto de pelar una granada, pero en negativo. Es decir, no se dibuja una y otra vez el movimiento de la mano con el cuchillo sobre la fruta, sino que únicamente vemos los surcos del cuchillo, como flotando en el aire sobre un fondo azul.
Otro ejemplo: para mostrarnos el acto de dormir, la autora dibuja una secuencia de viñetas en las que la protagonista, tumbada, se desintegra para volver a recomponerse. Y así, otros muchos actos cotidianos se nos muestran desde una nueva perspectiva, lo que nos obliga a maravillarnos ante la poesía escondida en actos y objetos que antes nos parecían prosaicos.
María Medem (Sevilla, 1994) alcanza este y otros muchos logros en su segundo y ambicioso cómic, Por culpa de una flor. La magnitud del libro ha obligado a Apa Apa Cómics —la editorial del libro anterior de Medem, Cénit (2018), y escudería de algunos de los autores más rompedores del cómic actual— a aliarse con otra editorial independiente de Barcelona, Blackie Books, con el músculo necesario para editarlo con el lujo (y el peso) que merece. Entusiasmadas por lo nuevo de la ilustradora sevillana, colaboradora habitual de The New York Times, promocionan su libro como "la novela gráfica nacional de la década". Y, tras su lectura, uno piensa que quizá no exageran.
La trama es sencilla. Una chica vive sola en un pueblo abandonado, al cuidado de una extraña flor. Recibe la visita de otra persona capaz de imitar a la perfección todos los sonidos de la naturaleza y que la invita a hacer un viaje donde, con suerte, encontrará el secreto para hacer que la flor de sus desvelos perviva.
Es un cómic simbolista, lorquiano, con pinceladas de realismo mágico, en el que lo más importante son las sensaciones. Es una historia que se lee y se contempla tanto como se huele, se saborea y se palpa, donde la melancolía, la nostalgia y la desolación abren paso a la esperanza, todo bañado por una explosión de color sin complejos.
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La publicación de Por culpa de una flor coincide con su participación en la exposición colectiva del CCCB Constelación gráfica, que reúne su trabajo y el de otras ocho autoras que, como ella, están ensanchando los límites formales del cómic.
Pregunta. ¿De dónde surge esta historia?
Respuesta. Me encargaron un cómic de dos páginas sobre el último superviviente de una tribu del Amazonas, y meterme en su piel me impactó. Decidí hacer una historia propia inspirada en ello, y mi idea era hacer una historia corta. Pero, como no tenía fecha de entrega, me permití una escena por aquí, otra por allá, detenerme mucho en las atmósferas, los sonidos, dilatar las secuencias para explicarlas mejor.
P. La trama es sencilla. No pasan muchas cosas porque lo importante son las sensaciones y los pensamientos. ¿Es difícil plasmar en la página lo que normalmente percibimos por el oído, el olfato o la piel?
R. Es algo que intento con mucho esfuerzo y estoy contenta de haberlo conseguido. Yo procuro hacerlo mediante el color y la composición de la página. Como son elementos muy subjetivos, tengo que buscar un equilibrio para que se entiendan y no sean del todo abstractos.
P. Es una historia simbolista, con aires de Lorca —la importancia de la tierra, la luna, el sol, los animales, el agua, las tradiciones populares...— y del realismo mágico, con esa flor que se mueve al compás de la respiración de la protagonista, esos espejos capaces de generar realidad o ese personaje capaz de imitar cualquier sonido, por complejo que sea. ¿Se reconoce en todos estos atributos?
R. Mucho. Me gusta mucho la poesía y el teatro de Lorca, y el realismo mágico me encanta. Empecé a leerlo cuando estaba en la carrera y me influyó mucho su manera de enriquecer la realidad con cosas exageradas.
P. ¿Cómo dio con ese estilo gráfico de líneas y formas extremadamente sencillas, capaces sin embargo de representar cosas complejas como el reflejo de la luz?
R. Ha sido un largo camino que parte del hecho de que no se me da muy bien el detalle. Me cuesta hacer cosas con sombreado. Mi punto fuerte y lo que más disfruto es la línea. Al principio me daba miedo usar el color como lo hago ahora, me daba mucho respeto. Pero poco a poco me fui soltando.
P. Se nota en su trabajo un esfuerzo por representar visualmente las acciones de manera original, y juega mucho con la composición de la página.
R. Sí, me gusta mucho esquivar los tópicos. Eso me viene porque hago mucho trabajo de ilustración, y cuando me encargan algo procuro representar las cosas de la manera menos evidente. Es más divertido como dibujante porque me anima a explorar todas las posibilidades del dibujo.
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P. Más allá de las imágenes, la prosa de los textos es muy literaria. ¿Tiene experiencia como escritora?
R. No, aunque de pequeña quería ser escritora y en los últimos años he leído muchísimo. Voy a una librería en la que el librero es amigo mío y me recomienda muchas cosas muy buenas.
P. ¿Y qué tipo de libros le gustan?
R. Últimamente me han gustado mucho Oreo, de Fran Ross, y Los galgos, los galgos, de Sara Gallardo.
P. Para usted es muy importante el flamenco. No solo reproduce varias letras en su cómic, sino que al final del libro le da las gracias "al flamenco y a los flamencos, por tanta belleza, dolor y juego".
R. Sí, lo que me gusta del arte en general, y del flamenco en particular, es su capacidad para transmitir cosas profundas de manera sencilla. El flamenco emplea letras muy cortas que transmiten sentimientos muy complejos. Esa potencia de las palabras me fascina y me inspira.
P. ¿Cómo pasó del mundo de los fanzines a colaborar con un medio tan importante como The New York Times, donde ya es una ilustradora habitual?
R. Fue gracias a una reseña de mi trabajo en una revista británica, It's Nice That. A la semana recibí un encargo de The New York Times, y una vez que colaboras una vez es muy fácil que te vuelvan a llamar, porque publican muchísimas ilustraciones.
P. En los agradecimientos del libro también dice que gracias a Ana Galvañ decidió dedicarte al cómic. Ella también está en la exposición Constelación gráfica del CCCB. ¿Se siente parte de una corriente con intereses temáticos y formales similares?
R. Sí. Ana Galvañ tenía Tiktok Cómics [no confundir con la red social], donde publicaba a Conxita Herrero (también en la exposición), a Begoña García-Alén, Andrés Magán, Cynthia Alfonso... Al ver el trabajo de todos ellos me entraron ganas de dedicarme a esto. Yo venía de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, que es muy académica y aspira siempre a la perfección. Durante mucho tiempo pensé que yo no dibujaba bien, pero al ver lo que hacían todos ellos vi que se podía dibujar de otra manera, con más libertad y más espacio para la experimentación.