“¡Oh, Capitán, mi Capitán!”. Este es sin duda uno de los versos más famosos de la historia de la poesía moderna. Su autor, Walt Whitman, considerado por muchos el mejor poeta estadounidense y cuyo bicentenario celebró El Cultural en 2019 con un número especial, comenzó así su elegía por el asesinato del presidente Abraham Lincoln en abril de 1865 a manos de un partidario del Sur, cuando la Unión tenía ya la guerra civil ganada.
“Ha terminado el proceloso viaje.
El barco ha salvado todos los escollos, y hemos ganado el premio que perseguíamos.
El puerto está cerca, ya oigo las campanas, la gente proclama su júbilo.
A la firme quilla siguen los ojos, al navío porfiado y audaz.
Pero ¡oh, corazón, corazón, corazón!
Oh, rojas gotas de sangre
donde, en cubierta, yace mi Capitán,
frío y muerto”.
Este poema cobra su sentido completo cuando el lector descubre uno de los episodios más cruciales de la vida de Whitman: su experiencia como testigo de los horrores de la guerra y su papel como enfermero voluntario en los hospitales de Washington que acogían a los heridos, la mayoría de ellos adolescentes, que regresaban del frente quebrados por fuera y por dentro de las maneras más horrendas. Esta es la etapa de la vida de Whitman en la que más se ha centrado el dibujante y guionista Tyto Alba (Badalona, 1975) en el cómic biográfico que le dedica al poeta, Whitman, editado por Astiberri.
Tyto Alba —seudónimo tomado del nombre científico de la lechuza común— ya había convertido en viñetas pasajes biográficos de personajes como Frida Kahlo y Chavela Vargas (La casa Azul, 2014), Picasso (La vida, 2016), Fellini (Fellini en Roma, 2017) y Balthus (Balthus y el conde de Rola, 2019). “Siempre me limito a capítulos concretos en la vida de ciertos personajes, capítulos no tan conocidos”, afirma el autor. “Whitman es un poeta que siempre me ha gustado pero no conocía sus vivencias durante la guerra ni su diario. Me imaginaba una vida muy corriente o incluso gris, y ese descubrimiento me animó a profundizar en él”.
En busca de su hermano en el frente
Poeta y periodista, Whitman partió de Nueva York hacia el sur en busca de su hermano George, alistado en el ejército de la Unión, de quien la familia había dejado de recibir noticias. En su accidentado viaje, Whitman conoció de primera mano el horror. Vio hospitales de campaña, miembros amputados apilados en un montón, aullidos de dolor y desesperación... Y la soledad más espantosa: a veces los soldados heridos quedaban tirados varios días en el campo de batalla hasta que sus compañeros podían recogerles o hasta que morían a causa de sus heridas o por congelación.
Después de encontrar sano y salvo a su hermano, decidió quedarse un tiempo en el campamento para ayudar en lo que pudiera. Atendía a los heridos, los reconfortaba con su compañía, escribía cartas para sus familiares o escuchaba sus últimas palabras antes de morir mientras apretaba su mano. Después, en vez de regresar a Nueva York, se dirigió a la capital, Washington, donde continuó con la misma labor en los hospitales en los que se amontonaban miles de heridos, que regresaban del frente en camillas a bordo de trenes sin techo, expuestos a las inclemencias del tiempo hasta que llegaban a su estación de destino. También inició una campaña de recaudación de fondos para ellos.
Amor sin límites, poesía sin tabúes
Whitman era un patriota, pero su amor infinito se extendía a toda la humanidad y, por encima de todo, a la naturaleza, considerando al ser humano parte de ella y de toda la creación, con una visión panteísta del universo. Su poesía era sensorial, sensual, exaltaba el cuerpo, lo que le costó duras críticas de los moralistas de la época, que la consideraban obscena. Además, se atrevió a hacer referencias a su homosexualidad en una época en la que era un absoluto tabú.
“En un principio quise hacer una adaptación tal cual de sus diarios durante la guerra”, explica el autor del cómic. “Pero me faltaba hablar un poco más de él, dar a conocer al poeta para el lector que no conozca su obra. Eso me sirvió también para que el libro quede dividido en dos partes, dos caras de la moneda que se complementan”.
Así, la primera parte del cómic se remonta a la niñez del poeta y nos cuenta cómo se forjó su personalidad observadora y compasiva. En realidad nos lo cuenta el propio Whitman, con fragmentos extraídos de su único y célebre poemario, ampliado y revisado constantemente por el autor hasta el final de su vida: Hojas de hierba. “Érase un niño que salía cada mañana, y el primer objeto que miraba, en ese objeto se convertía, y ese objeto se volvía parte de él todo el día, o una parte del día, o muchos años, o extensos ciclos de años [...]”.
También quedan reflejados algunos episodios de su trabajo como periodista, del que le acabaron echando porque era un espíritu libre que necesitaba estar siempre en la calle y mezclarse con la gente para encontrar inspiración para sus artículos. En una página se recogen las las críticas negativas que recibió su poesía —especialmente por su falta de pudor, algunos críticos calificaron su poesía como una aberración que debería ser arrojada al fuego e incluso recomendaban su ingreso en un manicomio—, pero también vemos el apoyo que le brindaron la escritora y columnista del New York Ledger Fanny Fern y el escritor y filósofo Ralph Waldo Emerson, a quien Whitman admiraba y de quien tomó la vocación de crear una poesía plenamente americana.
Otro pilar de la narración en la primera parte del libro es la relación amorosa de Whitman con Frederick B. Vaughan, que fue su pareja durante un tiempo, y que le inspiró los poemas de su serie Cálamo. Pero finalmente, Vaughan le abandona porque prefiere vivir una vida convencional y formar una familia, antes que vivir su amor en la clandestinidad.
Tyto Alba recoge del diario de Whitman lo que sintió tras aquella ruptura: “¡Tristes horas de sufrimiento! (Estoy avergonzado, pero es inútil, soy lo que soy). Me pregunto si otros hombres tuvieron alguna vez los mismos sentimientos. ¿Hay siquiera otro como yo? ¿Él también está como estoy yo ahora? ¿Se levanta por la mañana, abatido, pensando en la persona que ha perdido?”.
Sobre la construcción del personaje, Tyto Alba explica: “Físicamente no hacía falta inventar nada en este caso, Whitman ya de por sí es un personaje muy singular. En cuanto a su personalidad, es muy compleja, aunque en muchos aspectos podía pasar por una persona corriente. Quizá he resaltado el sentirse incomprendido o su soledad en varias escenas. Su pasión, su misticismo, su amor al prójimo, sus ansias de fundirse con sus semejantes”.
El autor no se ha limitado a recrear todos los pasajes biográficos mencionados, sino que también ha trasladado los poemas de Whitman al lenguaje visual del cómic. “Esto era la parte que más miedo me daba pero creo que al final ha salido bien. Lo que funciona es que la poesía de Whitman es muy de enumerar, de catalogar, de acumulación, y eso creo que encaja muy bien con el lenguaje de las viñetas”.
Hacer un cómic biográfico requiere un largo proceso de documentación y después mucho tiempo a solas con el personaje. La inmersión suele dejar una huella intelectual y emocional. “Quizá es pronto para ser consciente de ella”, afirma Tyto Alba. “Hay mucha trascendencia, muchas enseñanzas en los poemas de Whitman que podrían ser las mismas de mucha filosofía oriental que quizá no se conocía tanto en esa época. Quizá su vida personal me ayuda a aprender a tener más empatía o compasión por los que sufren, usar la imaginación para ponerte en el lugar del otro”.