El mundo alucinante fue la segunda novela, publicada aún en Cuba –1969– por el siempre excesivo y brillante Reinaldo Arenas, nacido pobre en Holguín, en 1943. Pero Arenas ha dejado escrito que la novela se escribió en La Habana, donde ya vivía, entre 1965 y 1966, los años iniciales y fecundos del célebre “boom”. Reinaldo era homosexual y, de alguna manera, libertario.
Buscaba libertad en todos sus modos y ese afán (lo tomo de uno de sus libros de poemas) “de vivir manifestándose” solo podía llevarlo a una vida difícil y dura al chocar contra diversos poderes dictatoriales, el gobierno de Fulgencio Batista y luego –tras un breve conato de esperanza– la dictadura tremenda de Fidel Castro, que persiguió sañudamente a Arenas, que debía esconder sus manuscritos en huecos de los parques públicos, donde dormía y vivía huyendo, literalmente con lo puesto.
Cuando logra salir de Cuba para no volver, en el éxodo de El Mariel en 1980, tan perseguido es que hasta muda una letra de su apellido para salir. Los diez años de vida que le quedan, recorriendo desde España o Francia a EEUU, donde se instala, son los más libres y productivos de su vida, aunque afirma que también pagó cara esa libertad, pues contrajo el sida. En el estado terminal de esa dolencia, se suicida en Nueva York, en diciembre de 1990. Entre otros inéditos, hay una autobiografía, Antes que anochezca, que tendrá grande éxito al publicarse en 1992 y que dará pie a una exitosa y homónima película de Barbet Schroeder.
Viene a cuento este esbozo de una vida perseguida para entender mejor lo que sigue. Cuantos conocieron a Arenas coinciden en afirmar que era un hombre nervioso y muy exagerado. En cualquier caso, y aún sacando las –parece que muy reales– exageraciones de su autobiografía, seguiría siendo una vida la suya de evidente daño.
Acaso por todo ello (y de algún modo intuyendo lo que vendría) Reinaldo se va a ver reflejado en la vida de un fraile mexicano, Servando Teresa de Mier (1763-1827,) puro criollo descendiente de españoles –su abuelo era asturiano– y por ello claro ejemplo de quienes lucharon por la independencia de la Nueva España. Servando de Mier arrostró condenas eclesiásticas, prisiones y huidas en la propia metrópoli y viajes a París y alguna vez a Londres, donde, como buen ilustrado hizo gala de sus talentos antes de regresar a México. La vida de fray Servando, con natural ficción, da una segura brillante novela.
Con una prosa cuidada, sonora, de evidente propensión barroca, Arenas se lanza de hoz y coz al delirio
Pero no es la opción de Reinaldo Arenas, aunque la vida del personaje, nacido en Monterrey, es cabalmente la plantilla de El mundo alucinante, pero solo el trayecto subyacente, pues con una prosa cuidada, sonora, de evidente propensión barroca, lo que hace Arenas es lanzarse de hoz y coz al delirio. Sin duda El mundo alucinante puede y ha de pasar como uno de los cabales ejemplos de lo que se ha llamado “realismo mágico”, aunque el término no termina de ser exacto referido a Arenas.
Frailes que comen ratas o cadenas de hierro, que tras el alimento vomitan, visitas a la Tierra del Amor, donde hay lagunas sodomíticas donde se nada en semen, o lanzarse desde una altísima torre para huir, solo con un paraguas que hace al fraile subir y bajar por el aire, más que estricto realismo mágico, parece mejor, realismo mágico delirante, surreal o aún mejor en otros momentos, tremendista.
[Reinaldo Arenas, rebelde con causa]
No cabe duda de que El mundo alucinante es una buena y literariamente jugosa novela, pero no terminamos de saber si el tema y el estilo se conjugan, pues Servando de Mier es mucho sin precisar tanto exceso. Mi relectura de El mundo alucinante me ha resultado menos atractiva que la lectura primera hace bastantes años.