En una nota al comienzo de su novela La facultad de sueños, Sara Stridsberg (Sola, Suecia, 1972) declara que esta obra “no es una biografía, sino una fantasía literaria que toma como punto de partida la vida y obra de la feminista radical norteamericana ya fallecida Valerie Solanas”. En la realidad, Solanas (Ventnor City, 1936 - San Francisco, 1988) fue una exaltada anarquista, con una mente apocalíptica y desesperada, autora del manifiesto SCUM, una declaración para el exterminio de los hombres. La escritora americana, que reconoció haber sido una vagabunda sin techo durante largos periodos, fue prostituta, drogadicta y esquizofrénica. Solanas tuvo su minuto de éxito por llevar hasta sus últimas consecuencias su proclama, disparando a bocajarro contra el famoso artista Andy Warhol, a la entrada de su Factory neoyorquina. Warhol se salvó de milagro, pero nunca superó las graves heridas, y Valerie pasó el resto de su vida en la marginación, entre juicios y manicomios.
La escritora sueca, también traductora y dramaturga, exjurado del Premio Nobel de Literatura, obtuvo con esta obra el premio literario del Consejo Nórdico, en 2007. En esta novela, Stridsberg empieza la historia por el final: “Una habitación de hotel en Tenderloin District, distrito putero de San Francisco. Es abril de 1988 y Valerie se muere de neumonía en un colchón sucio entre sábanas llenas de orines”. El texto es circular, o más bien laberíntico, porque la narración extravía su línea una y otra vez, dirigiéndose hacia uno de los puntos de partida obsesivos: el desierto, la madre enloquecida, el padre violador.
Esta novela muestra cómo se rompe una mujer en mil pedazos y cómo otra lo cuenta con un talento estremecedor
Si tratamos de encuadrar esta novela podríamos remontarnos hasta los experimentos del underground, en todas sus formas: el fragmento, el texto dramático, lo onírico, el discurso de la antipsiquiatría, el viaje de las drogas, la violencia
extrema, el sexo, las batallas feministas, el lenguaje brutal y descarnado. La forma predominante es romper la forma para atrapar las complejidades emocionales de una mente a la fuga: desde un diálogo continuado entre la narradora y su protagonista, en la patética habitación de la muerte, la habitación real del Hotel Bristol donde murió sola y rodeada de sus escritos Valerie Solanas, un cutre albergue municipal para marginados, a una meditación sobre la herencia psicológica de una madre desquiciada y un padre violador. Flashbacks de la infancia en el desierto, retazos de juicios, de entrevistas en la prensa, recuerdos de una pesadillesca vida universitaria, evocaciones amorosas con una compañera llamada Cosmogirl, los manicomios, la no escritura, las ambivalentes relaciones con Warhol y sus discípulos. Y sin enmascarar, la prostitución como supervivencia, el anhelo de despojar a los hombres de su poder, la insistencia en que la debilidad masculina esconde el anhelo de sublimarse por la vía del poder, la brutalidad y el dinero. De ahí, los ataques sexuales a las mujeres, la violencia hacia estas. Para Solanas no quedaba más remedio que destruir prácticamente a todos los hombres y al sistema creado por estos. Este fragmento de su manifiesto prueba sus intenciones: “Un comando de SCUM puede apoderarse del país en un año, dando por el culo al sistema a todos los niveles, destruyendo selectivamente la sociedad y asesinando. SCUM matará a todos los hombres que no formen parte del Cuerpo Auxiliar Masculino de SCUM”.
Este no es un territorio para cobardes. Pero servirá para quienes quieran saber cómo se rompe una mujer en mil pedazos y cómo otra lo cuenta con un talento estremecedor. Sara Stridsberg despliega el terror íntimo de la locura como un cruce entre el aullido de Ginsberg y una novela de Bukowski en femenino. La mente maltrecha de Valerie Solanas sólo se contempla desde el punto más oscuro donde explotaron la poesía, el rencor, la soledad y la inteligencia. La novelista escarba en la sexualidad promiscua, en la inteligencia lúcida de Solanas, que obtuvo una licenciatura en psicología ayudada por becas oficiales y ejerciendo la prostitución en el campus, escudriña en los albergues con olor a orina y vómitos de los sin techo, se pierde en la mente de una asesina confesa. Una mujer abandonada por su madre, por su editor, por las feministas ortodoxas, por los friquis de la Factoría de Warhol. Una marginada patética, sin salvación, rescatada por la autora sueca.