María Gainza
Si una amiga experta en arte, instruida, con sensibilidad, buen gusto, mucho que contar y dominio de la narración nos llevara de visita a algunos museos y ciudades del mundo sin dejar nunca de hablar, el resultado se parecería bastante a este libro de difícil clasificación titulado El nervio óptico. Su autora, nacida en Buenos Aires en 1975, lo publicó primero en Chile hace ya algún tiempo. Que llegue a nuestro país, además de una estupenda noticia, casi parece un milagro, siendo un libro tan atípico y dada la escasa conexión que suele caracterizar a los distintos mercados editoriales en español.Prepárense para una lectura tan inteligente como inaudita. Gainza trenza elementos propios de la ficción, de la autobiografía, de esa mezcla de ambas que damos hoy en llamar autoficción y que ha existido desde que el ser humano escribió sus primeras letras. También hay divulgación acerca del mundo del arte, un recorrido personal por artistas, tendencias y anécdotas. El arte, el terreno en el que la autora ha desarrollado su actividad profesional durante años, sirve de trabazón a los fragmentos, que en ocasiones ahondan en lo emocional y otras se decantan hacia la explicación erudita. Así, se nos habla de maternidad, de abandono, pero también de Géricault, Sert o tantos otros.
Se percibe desde el principio que acaso el arte sólo sea un pretexto, o un mero recurso íntimo que facilita la veracidad del resto. El propósito del libro parece resumirlo su autora cuando afirma que "uno escribe algo para contar otra cosa". El resultado es una inusitada joya. Una voz que sorprende a cada párrafo, un buen puñado de ideas interesantes, una mezcla muy bien ligada a partir de ingredientes inconexos, un evidente talento para contar cualquier cosa. En suma, un libro diferente que harán bien en leer.