Antonio Soler
Ubicable en algún punto indeterminado entre la novela histórica, la no-ficción documental, la novela de ciudad y el fresco político, el nuevo libro de Antonio Soler (Málaga, 1956), Apóstoles y asesinos, es una apuesta densa, abigarrada y brillante por recrear toda una época siguiendo la estela de un personaje principal fascinante, Salvador Seguí, el Noi del Sucre, primera espada de los tiempos más mitificables de Barcelona: primeras décadas del siglo XX, anarquismo, huelgas, pistolerismo, cosmopolitismo canalla, suciedad portuaria. Es tan apasionante el período, sus personajes, el escenario y las correspondencias inevitables (aunque acotadas) con el presente, que cualquier libro elaborado con rigor profesional sería, al menos, deglutible. Pero la novela de Soler no está escrita con simple profesionalidad sino con verdadero pulso, meticulosa energía y un especial talento para la panorámica general. Así, logra que desfile casi todo el mundo y casi todos los hechos de unos años cruciales, sobre todo los comprendidos entre 1917 y 1923. Sin orden particular he apuntado, por ejemplo: Companys, Layret, Lerroux, Pablo Iglesias, Primo de Rivera, Largo Caballero, Gabriel Alomar, Unamuno, matones de gabardina gris, confidentes, terroristas, anarquistas, comunistas, extrema derecha burguesa y catalana, Estado represor, catalanismo, la CNT, la Primera Guerra Mundial, La Canadiense, la Semana Trágica, la Revolución Rusa, tortura policial, el Raval, el Paralelo a la sombra de las grandes chimeneas industriales.En el centro está la figura del Noi del Sucre, que atravesó esa época bajo el signo del pacifismo y la voluntad de civilización. Figura vital, seductora en su dandismo obrero, Seguí va transitando por variables ideológicas a las que se acerca con honestidad pero en las que no ve más que instrumentos para un objetivo noble, la igualdad y la mejora de la vida de sus compañeros. Él es, en Apóstoles y asesinos, la mejor prueba de la peculiar gracia de Soler para construir personajes, que además permiten articular debates de calado a partir de su peripecia. Porque en este libro entrevemos el abordaje de la ideología como dilema: "Las ideologías siguieron teniendo un aura de liberación, de afán justiciero y reparador, pero también empezaron a convertirse en una especie de ficción que cobraba vida propia y establecía un camino paralelo a la realidad, desentendiéndose de ella en demasiadas ocasiones". El binomio del título es explícito: a caballo entre la promesa y sus peajes, asistimos al modo en que se escribe la Historia. Resulta ser un espectáculo no siempre reconfortante.
Así pues, rigor documental y éxito en los dos extremos que maneja el autor: la gran fotografía de época, la constitución individual de sus principales personajes. Por lo demás, Apóstoles y asesinos puede pasar fácilmente por un caso de narrativa, digamos, ortodoxa. En gran medida es cierto, y visto así el resultado es coherente y eficaz; pero no es menos cierto que el narrador se permite a menudo licencias que le dan una textura fronteriza al libro. De pronto se dirige directamente al lector, recuerda los parecidos de las escenas recreadas con el cine de Scorsese o Coppola, cita a Baltasar Garzón o a Eduardo Mendoza… El manejo del diálogo por parte de Soler es particularmente ágil, y tienen gracia muchas de sus notas caracterizadoras:, como esas "nariz cubista, corbata de luto" o los giros populares del lenguaje… En el tercio final, y en especial cuando le toca afrontar el asesinato de su protagonista, el autor despliega una prosa acumulativa y poética para intensificar el retrato del Noi del Sucre, con efectos espléndidos.
Al principio de esta reseña he hablado de las correspondencias de un principio de siglo con otro. La novela de Soler se dedica intensamente a recrear el período que muestra, no a establecer paralelismos fáciles ni síntesis históricas ventajistas. Y esos paralelismos tienen límites claros: aún así, esta novela es una estupenda herramienta para ilustrar la utilidad del conocimiento del pasado. Al mismo tiempo, y medularmente, es literatura exigente, callejera, adscrita a una tradición de novela barcelonesa que en algún caso se hace explícita, pero en todo caso siempre deja rastrearse. Apóstoles y asesinos, en definitiva, logra todo lo que se propone.