El castillo de diamante
Juan Manuel de Prada
23 octubre, 2015 02:00Juan Manuel de Prada. Foto: David S. Bustamante
Revisitar un mito tan incardinado en el imaginario histórico como el de Santa Teresa debe hacerse con tanta valentía como confianza en una forma de entender la literatura. Construir una Santa Teresa, otorgarle virtudes narrativas y manejar la ficción sin caer en el disparate o la elucubración supone otro acierto de Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970). El castillo de diamante es, entonces, la muestra más depurada de un autor que ha optado en sus últimos libros por una querencia narradora consistente en tomar capítulos fundamentales del pasado (la División Azul, los últimos de Filipinas...) y desplegar en ellos un universo literario particular con las licencias de la creación, sí, pero con un respeto estricto al clima moral de un tiempo.El castillo de diamante parte de una atractiva proposición, la de la compleja relación que mantuvieron dos de las mujeres más poderosas de su época: Teresa de Jesús y la Princesa de Éboli. En la interacción entre la noble y la Santa, Prada teje un completo tratado sobre las pasiones humanas. De alguna manera, la Princesa de Éboli de Prada es la réplica o la curiosa némesis de Santa Teresa; es la envidia de la noble por no encontrar el amor de Dios de Teresa el motor del libro. La recreación que hace Prada de Santa Teresa triunfa por lo arriesgado: va y viene de la comicidad cotidiana al misticismo, pero vive por sí misma, y de alguna manera guarda no pocas similitudes con la sor Lucía de Morir bajo tu cielo, tanto que parece un boceto aventurero de la Santa.
Si el conflicto de egos que mantuvieron Santa Teresa y Ana de Mendoza a cuenta de la teología y de la fundación de conventos carmelitas en Pastrana es el leitmotiv del libro, los meandros secundarios otorgan a la novela cualidades de perfección. Prada se gusta en la irrenunciable calidad de página y en el conocimiento profundo del tiempo histórico que relata. Por su prosa lirica, y cómica en muchas ocasiones, desfilan desde el poderoso Antonio Pérez a toda una ristra de secundarios de los que se vale Prada para analizar certeramente la condición humana a través de la ironía.
Prada firma su novela más diáfana de los últimos años; pero sin renuncia alguna a su modo de comprender la literatura (barrocamente lúdica), El castillo de diamante no es tan compleja argumentalmente como las anteriores, y hay en ella un exceso de interiores palatinos o monacales, casi que en una consciente disposición teatral donde confrontar las personalidades en logrados diálogos. El problema es que la de Éboli, por la excelente construcción de Teresa, resulta mera replicante.
Los personajes históricos, en la mano de Juan Manuel de Prada, quedan revividos y desmitificados, pero sin concesión al tópico o al trazo grueso. Se entiende, pues, el éxito de Juan Manuel de Prada en un libro que reivindica una percepción novedosa y atractiva de Santa Teresa de Jesús y su época.
@JesusNJurado