Umberto Eco
El periodismo es el cuarto poder. Por desgracia, no siempre prevalece el sentido ético, pero sería injusto desacreditar globalmente su trabajo. Donde no hay una prensa libre, no puede hablarse de democracia. La tolerancia es un valor irrenunciable, pero produce efectos indeseables, como el amarillismo. Umberto Eco (Alessandria, 1932) ha compuesto una novela que denuncia con humor y un punto de locura el sensacionalismo periodístico. Número cero nos cuenta la historia de un mediocre escritor que participa en el nacimiento de Domani, un diario que pretende ejercer la coacción y el chantaje propagando calumnias. Su intención es ganar dinero mediante la deformación grotesca de la realidad. Detrás del proyecto, se halla el Comendatore Vimercate, un magnate de los medios de comunicación que puede identificarse fácilmente con Berlusconi. Simei es el director de Domani, un perfecto hombre de paja, pues carece de escrúpulos. Su máxima es una perversa inversión del orden lógico de las cosas: "No son las noticias las que hacen el periódico sino el periódico el que hace las noticias".Braggadocio es uno de los colaboradores con más experiencia. Cínico, descreído y con alma de sabueso, desconfía de las versiones oficiales. Sueña con escribir un libro que revele las mentiras del poder político y financiero. No sin cierto infantilismo, estima que necesita un potente automóvil para sacar a la luz las miserias de los gobiernos. Un periodista se parece a un agente secreto. Necesita arrojo, instinto y, si es posible, un coche deportivo. Maia es la encargada de los horóscopos. Es joven, inquieta y atractiva. Espera una oportunidad profesional, mientras conduce un anticuado FIAT 500 y escucha obsesivamente el segundo movimiento de la séptima sinfonía de Beethoven.
El protagonista y narrador es un hombre de edad mediana, que ha trabajado como documentalista, profesor de alemán y "negro". Es un pobre diablo, que se ha resignado a ser un perdedor, un fracasado. Su inesperado idilio con Maia, veinte años más joven, le inyecta vitalidad, pasión y optimismo. Sus charlas con Braggadocio no son menos estimulantes y perturbadoras. Su experimentado colega ha investigado minuciosamente la Operación Gladio, una red creada por la OTAN y la CIA para frenar el avance del comunismo en los países del Sur de Europa. Braggadocio sostiene que Mussolini no fue fusilado cerca del lago Como por los partisanos y expuesto a la ira popular en Turín. El hombre que colgaba cabeza abajo en una gasolinera de la Plaza Loreto, acompañado por Clara Pettaci y varios jerarcas fascistas, no era el Duce, sino un doble. Los aliados ocultaron a Mussolini en Argentina o el Vaticano, pues le consideraban útil para encabezar una cruzada anticomunista, si la Unión Soviética invadía Europa Occidental. Por supuesto, Hitler se hallaba en la misma situación, aguardando la llamada de la historia.
"Los periódicos no están hechos para difundir sino para encubrir noticias", asegura Braggadocio. La "estrategia de la tensión" alimentada por la Operación Gladio responde a una filosofía muy clara: "El engaño es un estado de la mente, y es la mente de un Estado". Simei opina algo parecido: "Los periódicos enseñan a la gente cómo debe pensar", pues son instrumentos de las grandes corporaciones empresariales. Umberto Eco ha escrito una novela chispeante e ingeniosa, que nos muestra las tripas de los tabloides, con su cadena de chismes, hipérboles e infundios. Sinceramente, opino que la realidad no es tan truculenta. No creo que el Vaticano ocultara a Mussolini y la CIA asesinara a Juan Pablo I porque había descubierto el secreto. Umberto Eco es aficionado a las bromas, y no ha desperdiciado la ocasión de liberar su lado más irreverente y disparatado. Número cero se lee con agrado, gracias a su prosa coloquial, despreocupada, fresca y directa. Tal vez le falta un personaje como Charles Foster Kane, que habría enriquecido y profundizado la trama. No sé si Eco pretendía escarnecer las teorías conspiratorias, pero su relato es una eficaz sátira de las hipótesis más estrafalarias. ¿No es más apasionante pensar que el 11-S fue producto de una conspiración urdida por un gobierno en la sombra, y no un simple atentado terrorista? Entiendo que los periódicos a veces sucumban a la seducción de lo improbable. La realidad es demasiado prosaica y los lectores agradecen ciertas dosis de fantasía. Sostener que Estados Unidos esconde un extraterrestre en una base militar puede interpretarse como una majadería, pero yo creo que es un entrañable tributo a nuestra infancia.