Juan Cárdenas
"Las obras de arte no se ejecutan, se cumplen, como una profecía, no se anticipan a los hechos, son acciones en un sentido puro". La cita está extraída de Ornamento, la nueva novela del colombiano Juan Cárdenas (Popayán, 1978), y me parece perfecta para resumir tanto su naturaleza ‘política' (algo que están subrayando todos los críticos) como su relación con el presente histórico colombiano, hispanoamericano y universal, sin que ese orden pretenda ser una jerarquía inamovible. La escritura de Cárdenas tiene lugar, se produce de forma rotunda, no se resigna a una condición vicaria de la realidad. Por eso sus matices distópicos, esas inexactitudes que separan el mundo de la novela del mundo más o menos cotidiano, no son tanto elementos de literatura fantástica como perspectivas realistas pero ligeramente excéntricas: hablo, por ejemplo, de la existencia de un Ministerio de Tropicalización, o de un Ministro de la Restitución, o de una droga destinada al público femenino que es "peligrosa porque te da lo que necesitas".Ornamento tiene como narrador principal a uno de los desarrolladores de esa potente droga; casado con una artista, nuestro hombre trabaja administrando dosis de esa nueva química a cuatro mujeres anónimas. De su mujer, el narrador piensa que ambos son "diseñadores de estados de ánimo artificiales", y por lo tanto ocupan "el mismo nicho ecológico"; de su paciente número 4, sospecha que no es ingenua, puesto que su risa tiene la "música particular" de las mujeres inteligentes, tan distinta de la que exhiben "las mujeres de adorno que solo se ríen para agradar a los hombres". Estos tres personajes acabarán cruzándose en forma de trío, y el discurso alucinógeno de número 4 se revelará cargado de sentido y enraizado en su propia memoria.
Partiendo de ese planteamiento, Ornamento es una novela densa en ideas, ingeniosa en el estilo (con fórmulas tan brillantes como la referencia a un "barroco de los narcos") y cercana a lo profético en lo que tiene de discurso denunciador. Hay mucha violencia estallando en este libro, aunque no necesariamente me refiero a una violencia, digamos, pugilística: es violencia la colonización del cuerpo y el rostro por la cirugía; es igualmente violencia la sombra constante de los procesos de colonización históricos, que implican derrocar una cultura y sustituirla por una impostura del nuevo poder. En estas páginas suena un estribillo constante, "quitar los ídolos y poner las imágenes", prestado de Hernán Cortés; pero de pronto, algo varía y la frase se convierte en "quitar los salarios y poner las imágenes", y la síntesis histórica resulta aterradora: hoy también hay un proceso en marcha, con vencedores y vencidos. Y hay un poder que se cumple, acción en estado puro. Ornamento se propone reflexionar en torno a él con herramientas narrativas.
El libro de Cárdenas se ganará la complicidad de quienes entienden que la arquitectura emite significados precisos y políticos; y creo que es particularmente brillante al enfrentarse a mecanismos misóginos que no tienen nada de distópicos, porque estallan en nuestras pantallas y nuestras calles de forma constante. Que Cárdenas asimile cuerpo femenino y mercado puede que no sea particularmente original como crítica, pero es algo más importante: exacto. Y el tratamiento literario que le da al tema resulta simultáneamente contundente y sutil, inequívoco pero complejo. Su descripción de los cuerpos femeninos metódicamente modificados, maquillados, alisados, pelados, en fin: falsificados, es literalmente demoledora. La prosa de Cárdenas derriba (aspira a derribar) esa arquitectura corporal, cultural, urbana, retórica... Se puede discutir si lo logra, desde luego, pero ese mismo debate ya es territorio ganado.