José Ovejero. Foto: Santi Cogolludo
De nuevo el escritor madrileño trama un argumento original, con cierto riesgo de inverosimilitud. El solitario Samuel es un pequeño empresario en una edad, los 40, en que su vida tiene bien marcado su rumbo definitivo en el derrotero de la apatía y la desilusión. Una llamada que le informa de la muerte en accidente de su ex novia Clara funciona como revulsivo. Aunque en realidad no conoce a la difunta, no deshace el error, acude al tanatorio, establece relación con la hermana de la muerta, Carina, y se enreda en una red de mentiras. El incidente imprevisto aporta un aliciente a su existencia y el estímulo se convierte en eje temático de la obra. La destreza del autor salva los escollos de tal historia y ésta discurre hacia un desenlace que anuda las dos biografías desvalidas.
Se trata, pues, de un retrato psicologista que perfila un manojo de caracteres interesantes en su individualidad, los tres mencionados, más otros complementarios de certero trazado. A la vez asumen la representatividad de pulsiones genéricas. Al hilo de estos seres atractivos, examinados con la lupa de un buen observador de conciencias y que garantizan al lector un primordial disfrute, van surgiendo variados asuntos: la identidad, la mentira, el miedo, el dolor, las relaciones familiares y personales, el trabajo... Tales cuestiones proporcionan a la novela la densidad de una reflexión existencialista muy verídica, directa y con mucha frecuencia emocionante al renovar Ovejero algunos planteamientos casi consustanciales a ese enfoque.
Nada deja de su habitual patetismo y, en cambio, introduce un punto de vista no exento de ironía y sarcasmo. La severidad del asunto se anima gracias a pequeñas anécdotas inventivas y a situaciones de engañosa comicidad. La monotonía del problema se agiliza con pasajes de ideación por completo teatral. La desesperación, el drama o el sinsentido se equilibran con excursos de entonación poemática. También se evita el peligro de la abstracción especulativa insertando la historia en las tensiones sociales del momento presente de crisis económica. No ha de verse la novela como un relato de enjundia social, pero tampoco es del todo ajeno a los determinantes laborales, que son suficiente muestra de una intención y tienen un efecto literario satisfactorio.
La invención del amor da una nueva vuelta de tuerca a un motivo seminal de Ovejero, la estirpe del héroe. Aquí muestra al desnudo a un antihéroe de nuestros días: un ser perplejo e irresoluto, síntoma de una sociedad que ha desterrado la pasión creativa y el idealismo. No es un libro pesimista, sin embargo. Cabe entender el final como una reafirmación de la esperanza por la entrega a un empeño quizás revitalizador. Una excelente novela, profunda y amena, y de magnífica escritura.