Cristina Fernández Cubas. Foto: Santi Cogolludo.

Tusquets. Barcelona, 2013. 224 páginas, 17 euros



Reconocida ya como uno de los más valiosos prosistas españoles actuales, Cristina Fernández Cubas (Barcelona, 1945) presenta una novela, La puerta entreabierta, firmada como Fernanda Kubbs. No se trata de un pseudónimo que oculte su identidad sino de un recurso, tan del gusto de un Fernando Pessoa o un Antonio Machado, el heterónimo, nombre que los autores adoptan cuando quieren dar otra voz a la suya principal. Sin embargo, en el caso presente, no ocurre del todo así: ni la visión del mundo como sustancia enigmática (algo sugerido desde el título) ni el tipo de narración más bien condensada se diferencian mucho del registro habitual de Fernández Cubas. Más bien parece un juego ideado a partir de la creación de un personaje singular que protagonizará sucesivas obras. Ya veremos qué fruto da: por ahora debe subrayarse un arranque de veras prometedor.



Tal personaje es una chica, Isa, joven pero ya veterana periodista a quien le encargan un reportaje sobre los médiums. Con ese propósito acude al consultorio de la vidente Krauza Demirovska. El caso es que La Gran Demirovska falsaria mete a Isa dentro de la esfera mágica sin saber cómo. La joven, liliputizada en el interior de la bola, comienza una terrorífica experiencia y va a parar como pisapapeles a un anticuario, Baltus, hombre bondadoso y decidido, que descubre el caso insólito y pone su indesmayable determinación al servicio de devolver a Isa al mundo común. No perjudico el interés de la lectura con esta mínima información argumental, pues en pocas páginas está uno al cabo de la calle de esos sucesos. No diré, en cambio, nada de cómo se resuelve la apuradísima situación porque sí restaría aliciente a la intriga que constituye un factor básico de un relato que prende por la originalidad de las situaciones y por la incertidumbre de su desarrollo, y por todo lo cual logra la impaciente lectura de un tirón, sin descanso, ensimismado uno en la red de desasosegantes e inventivos sucesos.



Con todo, y siendo muy notable el interés anecdótico, y teniendo la fuerza de abismarnos en una realidad fantástica que cobra veracidad gracias a la peculiar verosimilitud de la literatura, la novela desborda ese territorio placentero de conocer historias sorprendentes. Se dedica Fernández Cubas al clásico arte de narrar, sin convertirlo en meta última de su libro. Lo hace, sí, a tope, sin duda con un previo disfrute personal, con sus propias invenciones y sustentándose también en la más rica de las tradiciones narrativas, el gran depósito universal de leyendas, cuentos orales, fábulas, además de en creaciones literarias clásicas. También se socorre con recursos de la narrativa popular que utiliza sin reservas: un mundo maniqueo de buenos y malos, figuras enigmáticas, tipos exóticos como el gitano errante, misterios portentosos, hechizos, enigmas inauditos, apelaciones a la palabra como principio fundacional del mundo, canciones y acertijos... Pero la novela encierra algo más, mucho más.



Sobre esta masa de elementos fantásticos Cristina Fernández Cubas plantea un ahondamiento en la realidad que parte de la radical desconfianza en la apreciación positivista de la existencia. La autora zarandea la vida común al meter en ella lo inexplicable, al insinuar la existencia de mundos paralelos, al dar credibilidad al misterio, al aceptar con naturalidad el doble y cuestionarse el principio de identidad individual. Plantea de este modo un mundo más rico que el común.



La puerta entreabierta es una fábula seria e irónica, leve y profunda, amena de cabo a rabo: un cuento encantador e inquietante de lectura tan gozosa que no me recat'o en recomendar aunque parezca que hago publicidad.