Sergio Vila-Sanjuán. Foto: Jordi Soteras

Premio Nadal 2013. Destino. Barcelona, 2013. 240 páginas. 19'50 euros.



Si algo acompaña al premio Nadal en su larga trayectoria es la expectación que despierta su fallo. Y si algo desata la obra galardonada es el encuentro de reacciones múltiples por la inevitable tendencia a buscar en ella la razón de un premio valorado. Estaba en el aire, título ganador este año, del periodista cultural Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957), sorprende como segunda novela (primero fue Una heredera de Barcelona), porque busca asentar un proyecto que no oculta ni sus fuentes ni sus intenciones: partir de la memoria familiar para ofrecer la crónica novelada de una ciudad en diferentes momentos de su historia social y política.



Barcelona vuelve a ser el escenario de la acción. El arranque de los años 60 es el período elegido aquí, y el desarrollo urbanístico, los usos y costumbres y las condiciones impuestas en las relaciones humanas son los ejes temáticos de la trama. Hasta aquí nada llamativo, ya que otras novelas de autores de muy distinto signo (Marsé, Mendoza, Ruíz Zafón) han retratado la ciudad a través de historias ambientadas en ella. Su argumento, en cambio, así como la estructura, sugeridora de un complejo entramado narrativo, la perspectiva renovadora y fresca desde la que se ofrece y el tono desenfadado que lo envuelve, hacen de la novela un concentrado y rico cuaderno de notas sobre aquella época, y a la vez una especie de comedia ligera, entretenida y amable. Imposible, por tanto, no advertir de que su lectura garantiza pasar un buen rato. No tanto por carecer de trascendencia como por la voz conductora del relato: voz con potencia expresiva, que se permite licencias que alivian la severidad moral que denuncia, y se convierte en motivo vertebrador y modulador del asunto novelesco. En realidad, funciona como la voz en off de un guión cinematográfico: ordena los hechos, ofrece con breves retazos una cuidada panorámica de aquella España, dosifica la información y nos lleva por escenas y secuencias alternas de las cuatro historias que confluyen en torno al núcleo aglutinador.



Ese núcleo viene constituido por un referente fundamental en la época: un programa de radio, patrocinado por un producto farmacéutico, que realmente existió -Rinomicina le busca (Barcelona llama a España)- y que se ofrece para facilitar el contacto a aquellos que busquen a una persona desaparecida. Su éxito radica en historias tomadas de la vida: son muchos los que, como "Antonio Luna", acuden a él en busca de un pasado, de noticias de familiares perdidos durante la guerra civil. Fue idea de un joven publicista, Juan Ignacio: creativo, ingenuo, ajeno a la trama que se desata para desarticular ese programa. Su jefe, Casimiro Pladevall, es el empresario en auge del momento: participa en operaciones de marketing y especulación, advierte la fuerza de los medios de comunicación y, siendo un hombre de poder, apostará sólo por inversiones que le refuercen. De él se sirve Tona, la mujer casada que busca rehacer su vida en medio de la estricta moral de la burguesía. Alrededor de ellos se mueve un coro de personajes (algunos estereotipados en exceso) que agranda la perspectiva del conjunto. Crónica desde la distancia, entretenida y veraz. Sorprende por eso, porque brinda un buen rato y porque lo hace cargada de grandes verdades sobre aquellos años.