Sara Mesa. Foto: Domènec Umbert
La novela está organizada en dos partes más un epílogo, muy diferentes entre sí. En las dos partes se cuenta, desde perspectivas complementarias, la vida en el interior del Wybrany College, un colegio de lujo para hijos de ministros, empresarios y actores (también mafiosos), que quieren proteger la educación de sus hijos en aquel centro educativo aislado de los peligros de la ciudad. La primera parte, "Nunca más de doscientos" (número máximo de internos admitidos), está contada por dos narradores en alternancia asimétrica. Uno es Celia, alumna rebelde que cuenta en primera persona sus experiencias. La narración de Celia va desde la fracasada fuga que organizó junto con otras compañeras hasta su relación con el Guía, psicólogo que ocupa el cargo de orientador del centro. Y la fragmentaria narración de Celia se complementa con la de un narrador omnisciente que va dando cuenta, en pinceladas, de las relaciones entre los adolescentes y entre los profesores.
De la espontaneidad y frescura de la primera parte se pasa en la segunda, "Diario de un sustituto", a la visión de la vida interna del colegio desde el punto de vista de un profesor nuevo que sustituye al ausente García Medrano. Su relato en forma de diario con 56 entradas referidas a otros tantos días resulta más pausado y reflexivo. La perspectiva juvenil de Celia, ausente en esta segunda parte, da paso a la visión adulta, llena de dudas e interrogantes, de este nuevo profesor que va descubriendo la farsa oculta en aquel microcosmos cerrado lleno de mentiras y engaños, donde el Guía ha pasado a subdirector. Tales descubrimientos, con sus sospechas y hallazgos, potencian la intriga, intensificada por la impostura del sustituto, las dudas sobre la expulsión de Celia y las conjeturas sobre la ausencia de García Medrano.
Cuando tales interrogantes se van resolviendo ya se puede comprender lo escrito por García Medrano, cuyos papeles habían llegado a manos de su sustituto, quien carecía de claves para su cabal entendimiento. Ahora ya las tiene, a la vez que también el lector, y dichos papeles constituyen el epílogo,"Héroes y mercenarios", donde en un texto proteico, disperso y fragmentado, se anudan cabos y se aclaran interrogantes, a la vez que se realza el significado del título con la desolada negación de ser humano en ese horrendo espacio de "cuatro por cuatro" metros. Ahí concluyen las tenebrosas relaciones de poder viciadas por el miedo y la violencia latente que alimentan esta parábola social de raigambre kafkiana.