David Foster Wallace
La escoba del sistema es su primera novela. Aparece en 1987, cuando el autor sólo cuenta 25 años. Es la época del realismo sucio, pero Wallace adopta un modelo narrativo completamente alejado del minimalismo imperante: prosa torrencial, monólogo interior, relato diacrónico, punto de vista múltiple. José Luis Amores, que nos regala una espléndida traducción y una elegante edición, afirma que se trata de una novela alegre y luminosa, una sátira enloquecida del mundo empresarial y artístico de Estados Unidos. Es innegable que la trama se parece a un vodevil alumbrado en el taller del esperpento: Lenore Beadsman, operadora telefónica, intenta averiguar el paradero de su bisabuela y veinticinco personas más, que han desaparecido de la residencia de ancianos Shaker Heights. Su pesquisa discurre entre su tormentosa relación sentimental con su jefe, Rick Vigorous, la intromisión de su cacatúa (que no imita palabras, sino que elabora discursos), las ambiciones pantagruélicas de Norman Bombardini, las fantasías pirómanas de Monroe Fieldbinder y la restitución del alma americana mediante el proyecto de un Gran Ohio Desértico, cuya "esencia maldita" converge con un "concepto global", donde el hombre sólo es un elemento secundario y prescindible.
La novela se sitúa a medio camino entre Wittgenstein, Derrida y el disparatado e hiperbólico mundo del director de cine John Waters. El psicoanalista perturbado, las llamadas que se cruzan en la centralita, el padre todopoderoso y lejano, las chicas guapas de pies feos y el hombre más gordo del mundo (que plantea la disyuntiva de amarle o ser devorado) componen un universo extravagante y deliberadamente inverosímil, donde el lenguaje desempeña un papel fundamental, urdiendo historias y cuestionando los límites entre realidad y ficción.
Para Wallace, el lenguaje no es inocente. Las palabras se reúnen para constituirse como relato y "cualquier relato se convierte automáticamente en una especie de sistema que controla a todo el que se relaciona con él". Lenore no quiere ser un relato ideado por el psicoanálisis, el poder financiero o su propia familia. Aunque su bisabuela le ha hecho creer que no es real o que sólo lo es en la medida en que otros hablen de ella, se niega a ser controlable o, lo que es lo mismo, a perder su condición de persona para devenir personaje. Sin embargo, el precio de ser persona -es decir, libre, feliz e independiente- consiste en renunciar a la literatura, un monstruo que se alimenta del infortunio, la analogía, el delirio, la paranoia y la usurpación.
Wallace describió La escoba del sistema como "una pequeña y sensible novela de formación obsesionada con el yo". Sería necesario añadir que la obra contiene una compleja teoría sobre la realidad y la literatura, según la cual la construcción social de lo real siempre incluye una "escoba" (o mecanismo de exclusión) y la literatura nace de una voluntad de despilfarro. ¿Por qué el coyote que perseguía al Correcaminos -se preguntaba Wallace- derrochaba energía y dinero, confeccionando planes y comprando minas y explosivos? "¿Por qué no coge el dinero y simplemente se va a comer a un chino?" Si lo hiciera, no habría literatura. Wallace imitó al coyote hasta el final, inmolándose en el mismo fuego donde ardieron las vidas de Anne Sexton, John Berryman o Hunter S. Thompson. La escoba del sistema sólo fue el deslumbrante chispazo de una carrera hacia la más alta exigencia artística y la introspección más implacable.