Lo que no está escrito contiene en realidad tres historias con entidad propia, aunque relacionadas entre sí: en primer lugar, la de Carmen, mujer divorciada que accede a que su exmarido lleve al hijo de ambos, un adolescente inseguro, de acampada a la sierra; en segundo, la excursión de padre e hijo, erizada de dificultades por la problemática relación entre ambos; por último, el texto del manuscrito de una- novela que Carlos, el marido -alcohólico y fracasado-, deja a Carmen para que lo lea y que trata de ser la historia de unos delincuentes de poco pelo que organizan un secuestro y que sigue, reduciéndolo a un estrato más tosco, el modelo de la conocida novela No Orchids For Miss Blandish, de James Hadley Chase, uno de los creadores de la hard-boiled novel.
Los capítulos van alternando sin mezclarlos los tres planos de la historia: los percances de la excursión, la inquietud de Carmen al no tener noticias de su hijo, unida a los recuerdos del fracasado matrimonio, y los preparativos del secuestro narrados en la novela que ha escrito Carlos y que Carmen tiende a leer como una obra en clave en la que, junto a ciertas coincidencias y alusiones encubiertas a la etapa matrimonial, se reflejarían algunos malévolos propósitos de Carlos con respecto a ella y su hijo. La intromisión de la subjetividad, la tentación de leer "lo que no está escrito" y la sugerencia de que es el lector quien construye siempre el sentido del texto son algunas de las cuestiones que se suscitan al adentrarse Carmen en la novela.
Cada uno de los estratos narrativos se desarrolla con un estilo propio: el reflexivo de Carmen -que mantiene unas desangeladas relaciones esporádicas con uno de sus jefes-, el de la excursión a la sierra -con excelentes y originales pinceladas paisajísticas, pero también de agudas observaciones sobre el adolescente Jorge- y, por último, el del relato desmañado y violento de Carlos -mucho menos interesante-, con algunos personajes, como el Tuercas o la Trini, demasiado cercanos a patrones reconocibles. La relación entre los tres planos está garantizada por el sujeto principal y eje vertebrador de la narración, Carmen, que se evoca a sí misma, está pendiente de su hijo excursionista y lee el manuscrito de Carlos donde se cuenta el secuestro.
Pero también hay engarces estructurales, como el final de cada capítulo de la novela de Carlos -perteneciente, pues, al mundo "irreal"-, motivada por la afición de Riquelme a los crucigramas--, y la primera palabra del capítulo siguiente, referido siempre al relato de la excursión. Por último, rompiendo deliberadamente toda verosimilitud y fundiendo con audacia realidad y ficción, en el mismo lugar en que acaba Carlos trasladan a la muchacha secuestrada, como acredita la presencia de su abrumado padre cuando llega Carmen.
Una vez más, Reig no ha temido romper una convención, y este dato, como muchos otros, acredita que nos encontramos ante un escritor para quien la literatura es mucho más que un entretenimiento trivial y una sarta de palabras. Buen texto para reanudar la temporada. Conviene añadir algo más: ninguna de las novelas anteriores del autor -siempre buen escritor, quede esto claro-ha tenido una escritura más pulcra y cuidada que ésta.