Quien así se expresa es McCandless, propietario de la casa de estilo gótico que ha alquilado una joven pareja, Paul y Elizabeth (Liz) Booth. Liz tiene un hermano, Billy, que intenta aprovecharse de la fortuna que les ha dejado su padre y que ahopra administra Adolph. Paul, veterano de Vietnam, trabaja de relaciones públicas para el Reverendo Udo, quien tuvo la desgracia de ahogar a un niño cuando lo bautizaba. Paul pretende reencauzar el suceso y convertirlo en una suerte de milagro con repercusiones mundiales.
Indudablemente Gaddis no es un autor fácil de leer; incluso Jonathan Franzen le dedicó un interesante ensayo titulado "El Sr. Difícil". No en vano nos encontramos ante el autor que lleva las premisas narrativas posmodernas hasta sus últimas consecuencias -se ha llegado a especular si no será Gaddis el verdadero Thomas Pynchon- fulminando y cuestionando premisas de índole moral y narrativa. Gótico carpintero tal vez sea su novela de lectura más fácil; sin embargo, la trasmisión de información mediante los diálogos de los personajes, con mínimas interferencias del narrador, y sin especificaciones de quién habla, obliga al lector no solo a una atentísima lectura, sino a participar activamente en la construcción de la novela. Además los sonidos cotidianos -radio, teléfono, televisión…- también forman parte del entramado dialogal, entrópico, que llega a constituirse en la esencia misma de la narración.
Resulta especialmente encomiable su particular manera de satirizar la sociedad actual que no es sino el "mosaico de vanidades y engaños" referidos en la primera cita. Incluso los personajes que parecen tener más clara su posición en el mundo y los engranajes sociales -y me estoy refiriendo a McCandless- llegan a convertirse en marionetas de ellos mismos. Tal vez sea ese el condimento que produce ese regusto de desesperanza que siempre queda tras leer a Gaddis.