Javier Moro. Foto: Premedia
En El imperio eres tú Javier Moro (Madrid, 1955) aprovecha como novelista el aprendizaje alcanzado en sus años de trabajo como investigador en varios libros de Dominique Lapierre y Larry Collins, autores de conocidos best sellers. Sus estrategias comienzan por la elección de una historia interesante para el gran público, continúan por una exhaustiva documentación histórica, social y cultural sobre la época y el lugar en que transcurren los hechos narrados, y culminan en la fidedigna recreación literaria de aquella historia en novelas de considerable extensión, estructuradas de acuerdo con la composición clásica de presentación, nudo y desenlace, desarrolladas con técnicas narrativas convencionales heredadas del realismo decimonónico, incluyendo el empleo de numerosos recursos folletinescos y melodramáticos, con atención primordial a la caracterización psicológica de sus personajes principales. De esta concepción novelística, practicada por el autor en anteriores obras, proceden las mejores virtudes y las deficiencias más notables de la novela ganadora del último premio Planeta.El imperio eres tú responde a las características de la novela histórica, siguiendo el modelo de recreación más o menos fidedigna de los hechos relatados y los personajes que los protagonizaron. Para dar cuenta de ello el texto alcanza una amplia extensión, organizado en nueve partes con 105 capítulos, más la introducción y el epílogo. Siguiendo una cronología lineal, con algunas retrospecciones temporales que completan aspectos del pasado, la novela da cuenta de la historia protagonizada por Pedro I de Brasil desde su traslado a los nueve años con la corte de su padre, Juan VI de Portugal, a Río de Janeiro en 1808, huyendo de la invasión napoleónica, hasta su abdicación impulsada por independentistas brasileños y su posterior regreso a Portugal, donde siguió defendiendo las libertades constitucionales hasta reponer a su hija en el trono, tras una guerra civil contra su hermano Miguel y los absolutistas.
Tómese lo dicho en este resumen como un pálido reflejo de la extraordinaria variedad de episodios y lances de todo tipo, históricos, políticos, familiares y sentimentales, en una novela generosa con el lector en su profusión de informaciones, desde el quijotismo del protagonista interiorizado en sus primeros años, hasta sus apasionadas relaciones amorosas con varias mujeres, entre las que destacan sus primeros amores con la joven francesa Noémie y launión con la fascinante Domitila de Castro, con la que tuvo varios hijos, además de sus dos esposas, Leopoldina, Archiduquesa de Austria, y la jovencísima Amelia, princesa franco-alemana emparentada con Napoleón.
De todo hay en esta voluminosa novela con ingredientes múltiples para mantener el interés de una gran mayoría de lectores a los que está dirigida. La documentación histórica es minuciosa, tanto en lo concerniente a la individalidad de sus personajes como en el nacimiento de Brasil como nación independiente. Hay personajes redondos, empezando por el protagonista y sus conflictos entre el hombre y el gobernante, contradictorio y exuberante en sus grandezas y miserias, desmedido, arbitrario y amoral, excéntrico, déspota y creador de las constituciones más liberales de su época, luego sobrepasado por los cambios de la Historia, y acabando por las personalidades de su amante Domitila y su esposa Leopoldina. Pero no pueden soslayarse sus deficiencias como novela, sobre todo en su técnica narrativa muy convencional, su prolijidad en la acumulación de elementos secundarios que lastran el ritmo narrativo, sus caídas en muchas situaciones efectistas y melodramáticas y su excesiva complacencia en el abuso de lugares comunes.