Laura Fernández
Lo que sí importa es aclarar que no parece que Laura Fernández (Tarrasa, 1981), improvise la fórmula en esta segunda novela. En la misma línea publicó la antología de relatos negros Dos y dos son cinco (2006); después probó fortuna con Bienvenidos a Welcome (2008) y sorprendió gratamente por arriesgada y fresca. Con este segundo título narrativo avanza un paso más en su estilo. Su prosa sigue siendo clara, directa, fácil de disfrutar, aunque no tanto de leer, con reparos derivados de tanta audacia constructiva, porque, aunque escoge argumentos sencillos, conviene prevenir sobre su lectura para evitar tropiezos en el desarrollo de lo que parece una intriga detectivesca, organizada en 39 capítulos cuyos títulos dan pie a un simpar despliegue de situaciones que garantizan la diversión.
Empezando por la excéntrica madeja de personajes que lo habitan. La inaudita Wendoline: con casi 28 años, vive en casa de sus padres, en un barrio popular de Barcelona; en su habitación monta un despacho de detectives y se cree una superhéroina. ¡Ah! Y su perro, de color rosa, Gus o Munk (o Earl), porque en este despropósito narrativo con más propósito del que aparece, está la intención de parodiar Flush , de Virginia Wolf: la biografía de un perrito pegado a su ama hasta ser una extensión de ella. Su madre, Marion, es punto y aparte. Se inventó una identidad alemana, le inventó un nombre a su marido y cosió a su hija el vestido que le libraría de acabar "convertida en una aburrida chica del montón". Ellas dos son parte de este juego de identidades que se resisten a habitar el mundo que les ha tocado. La otra parte se reparte entre la gran mentira de un escritor que no es quien parece ser y está dispuesto a desvelar su verdad; su multimillonaria amante y editora, el empleado de una tiende de cómics, la dueña de una librería…
¡Y eso no es más que la presentación de un universo que, desenmascarado, es costumbrismo rebosante de ternura!