El mapa de la vida
Adolfo García Ortega
23 octubre, 2009 02:00Adolfo García Ortega. Foto: Montse Álvarez
La novela tiene un hilo principal, la historia de amor trenzada entre dos supervivientes, Ada y Gabriel, cuyas vidas se relanzan gracias a un impulso misterioso. Esta línea se sigue con detalle: el impacto traumatizante de su dramática experiencia, la crisis de sus respectivos matrimonios (solo en parte debida al atentado), sus actividades profesionales (se incluyen textos del libro que Ada escribe sobre el italiano Giotto) y un proyecto de futuro que miman.
Este núcleo se amplía con variedad de materiales: emotiva letanía glosada de muertos en el atentado, prehistoria e historias laterales de la pareja, motivaciones de un yihadista, desamparo de una chica judía, anécdotas secundarias (torturas a un preso de Guantánamo) y pasajes visionarios. Con esta abundancia el autor recrea una colmena madrileña de nuestros días. Por esto último se apoya en el pasado (la siembra de víctimas en el intento de Giotto de levantar un Campanile en Florencia) y en el motivo simbólico del ángel.
García Ortega quiere huir con este punto de vista de la empobrecedora transcripción documental de la barbarie y el dolor. Para ello idea una estructura de notable complejidad tanto en el bucle de motivos señalado como en su forma, variados registros -lo narrativo se mezcla con lo poemático y especulativo- que acentúan la discontinuidad del relato. Tal trabajo esforzado y de inusual exigencia se salda, sin embargo, con resultados cuestionables. El recurso a lo angélico es en exceso artificioso por su reiteración casi rutinaria y por acumular en la imagen demasiadas asociaciones. Los pasajes acerca de Giotto están un tanto traídos por los pelos, aunque en sí mismos sean muy valiosos, en especial lo referido al delirio de construir una máquina voladora, metáfora de la capacidad humana de afrontar retos. Y aún ha de añadirse otra reserva grave. El argumento se monta sobre una red de casualidades forzada e inverosímil. Quiere el autor hacer real la tragedia mostrando sus muchas caras y ello le lleva a establecer abusivos nexos que producen un Madrid irreal formado por conocidos cuya tupida malla de vínculos desborda los límites razonables del azar.
Hay en El mapa de la vida pasajes intensos y conmovedores, pero sueltos. Su sentido posee altura moral, pues conjuga la denuncia del horror con una dosis no idealista de vitalismo y esperanza: al final, un nacimiento equilibra la balanza de nuevas muertes. La construcción sinfónica de tipo vanguardista revela el empeño de hacer literatura de gran exigencia y categoría artística. A pesar de estas virtudes, el conjunto fatiga y se resiente de la ausencia de un criterio selectivo estricto. Paradójicamente el exceso de ambición lastra la novela.