Novela

La música del adiós

Ian Rankin

19 junio, 2009 02:00

Traducción de Francisco Martín Arribas. RBA, 2009. 448 páginas, 18 euros

A muchos de los padres de los grandes detectives les da por licenciar a su criatura de ficción más emblemática. Le sucedió a Arthur Conan Doyle, harto del éxito de Sherlock Holmes, y le pasó a Agatha Christie con su adorable Poirot. Ahora el escocés Ian Rankin (1960) ha decidido jubilar al inspector John Rebus y no sabemos si esa decisión incluirá el final de sus aventuras. Esperamos de todo corazón que no porque las novelas del policía de Edimburgo forman la serie más inteligente, intrigante y apasionante del amplio espectro de la novela negra actual.

Esta "música de salida" (Exit music es el título original) es el canto del cisne de Rebus, cuando Rankin le ofrece un reto a la altura de sus expectativas (y de las nuestras). Alexander Todorov, insigne poeta ruso candidato al Nobel y molesto disidente político, aparece asesinado a golpes en King’s Stables Road. El crimen apunta hacia un complejo amaño de turbios intereses económicos que incluye millonarios rusos, políticos nacionalistas escoceses y banqueros sin escrúpulos. Contra todas las advertencias de sus superiores, Rebus, merodea por las altas esferas incomodando a unos y otros hasta que se ve suspendido del servicio, y tiene que echar mano de su fiel escudero, la sargento Siobhan Clarke.

Pero, más allá de su esplendor argumental, esta obra brilla a la altura de las grandes novelas de Rankin (Black & Blue y, sobre todo, El jardín de las sombras) gracias al aire de melancolía y despedida que se respira de principio a fin. El amor entre Siobhan y Rebus, que nunca pasó los límites de la amistad. Los polis jóvenes que se debaten entre la lealtad y el afán de medrar. La podredumbre que traspasa todos los estratos sociales, desde los traficantes de poca monta hasta los escaños del Parlamento escocés. La miseria moral que empantana los más puros ideales. La sombra de un oponente, el jefe de la mafia escocesa, en el que Rebus reconoce, al fin, aparte del tabaco y el rock, su única razón para seguir vivo.