No Ficción
Vicente Verdú
24 abril, 2008 02:00Vicente Verdú. Foto: Cotera
Hace poco, Vicente Verdú agitó las tranquilas aguas de la novela con un incisivo artículo donde establecía el decálogo que aseguraría la supervivencia amenazada del género. Entre otras observaciones penetrantes, discutibles y algo provocadoras, observaba que hoy parece que se lee literatura cuando en realidad se leen, por ejemplo, guiones de cine. O sea, reivindicaba la plasmación de la pura escritura, y no el texto como excusa para otras finalidades. Este esencialismo lo ha revalidado en otro artículo donde sostiene que "lo propio de la literatura contemporánea […] sería aquello que la escritura y sólo la escritura puede decir en especial".Conviene tener en cuenta tales ideas para entrar en el nuevo y original libro, o novela, o como se quiera llamar, de Verdú, No Ficción, un título paradójico pues aparece en una colección de "Narrativas hispánicas". Así que, de entrada, la obra plantea cuestiones relativas al propio género. El libro es biznieto de aquella proclama de Gómez de la Serna que aseguraba que la nueva literatura "o sería autobiográfica o no sería". No ficción se sostiene en la presentación de experiencias y vivencias del propio autor, el cual aparece sin disimulo con su nombre real y a quien incluso interpela una farmacéutica: "salió desde la rebotica […]: Usted es Vicente Verdú, ¿verdad? Yo le leo siempre, me gusta mucho lo que escribe y cómo lo escribe". Pero no debe tomarse como autobiografía directa porque no persigue la finalidad exclusiva de informar acerca de la vida del autor.
No Ficción carece de género específico, participa del gusto postmoderno por abolir las fronteras de los modelos literarios establecidos y podría vincularse con ese modo narrativo de tanto éxito que mezcla vida real del escritor y literaturización y al que Cercas puso una etiqueta certera: es un relato real. Este "relato real" reconstruye la trayectoria de un personaje neurótico que desemboca en la situación que explican las últimas líneas. Cuando su mujer murió de cáncer en 2003, explica, "la vida que se quedaba conmigo fue pareciéndome como una ficción [...]. Poco a poco, sin embargo, fue alzándose de nuevo la literatura de la vida, la inesperada salud tardía, la inédita no ficción". De modo que el relato constituye un demorado viaje a las raíces cercanas de un pasado intenso a través de una contemplación analítica y digresiva del yo que da pie a un conjunto de reflexiones nada más a un paso del puro ensayismo. Adquiere, así, la novela la dimensión de relato intelectual que se explaya sobre una serie de asuntos incluso con cierto empaque filosófico: la muerte, el amor, el sexo, la felicidad, el placer de vivir, el valor de lo sensorial, el espejismo de lo banal, la estética, los placeres prohibidos, la atracción, la edad, la enfermedad, la propia escritura… A veces esas disquisiciones tienen relativa autonomía, pero suelen entrelazarse en una historia externa que las estimula, al modo de la sugestión proustiana o de la memoria asociativa.
Curiosamente, el carácter novedoso de la forma, en respuesta a la búsqueda de la actualidad literaria que instiga al autor, termina por conformarse como una narración bastante clásica en torno a los dilemas vitales de un personaje que encarna, eso sí, un prototipo narrativo muy actual, el antihéroe, o el héroe claudicante ante la fatalidad de la existencia. Y de ahí sale un retrato humano convincente porque junta muy bien el análisis introspectivo, la reflexión antropológica y la sutil notación sociológica. No sé decir si No Ficción es actual o no, pero da igual, porque sí que constituye una experiencia lectora intensa y emotiva.