Perdido el paraíso
Cees Nooteboom
16 marzo, 2006 01:00Cees Nooteboom. Foto: Jaime Villanueva
Para despedir el pasado siglo Harold Bloom escribía un libro sobre la gnosis de los ángeles, el milenio y la resurrección. En él se ocupa del tratamiento humanizador que dio a aquellas criaturas celestiales John Milton, y también nos informa de que casi el setenta por ciento de sus compatriotas cree en los ángeles y de que la cultura popular contemporánea los ha despojado de toda sublimidad.Si el síntoma que descubre mejor nuestra condición de epígonos es la mediocridad generalizada, nuestros ángeles participan de ese declive, y las esferas superiores están tan superpobladas como para poder reconfortar a todos y cada uno de los norteamericanos ante la incertidumbre milenarista con la sombra de un seráfico guardián.
Cees Nooteboom se sirve de los mismos mimbres que Bloom para tejer el texto de Perdido el paraíso, cuyo relato central aparece enmarcado por sendas citas del último libro de Paradise lost. El motivo angélico está presente gracias a una fuente anecdótica: en la ciudad australiana de Perth los organizadores de un festival de teatro y ballet promueven una especie de juego de rol consistente en descubrir por la ciudad una legión de ángeles representados por personas caracterizadas a tal fin. Nooteboom, que es un fino observador del mundo entorno, incluye dos situaciones representativas de un cierto costumbrismo posmoderno: una feria literaria de la que el protagonista, el crítico neerlandés Eric Zondag, nos ofrece una visión descarnada, y la cura de adelgazamiento que él mismo padece en un balneario austriaco, en donde coincide con su contrapunto femenino, la brasileña Alma, uno de los fingidos ángeles de Perth.
Nooteboom escribe sus novelas sin olvidarse de su reconocida cualidad de trotamundos literario. En este sentido, Perdido el paraíso reitera un patrón ya empleado, por caso, en La historia siguiente, que se tradujo en 1992. Aquí, como en su última novela, un holandés que es profesor y escritor de guías de viaje porfía por aclarar su identidad en discusión con su amante, y la acción se desarrolla en ámsterdam, Lisboa y la América del Amazonas.
Tampoco falta en La historia siguiente la estructura especular que configura el eje central de Perdido el paraíso. La narración de los dos encuentros de los protagonistas en Perth y Alpenhof va entre un prólogo y un epílogo donde una voz en primera persona, en tránsito también de Friedrichshafen a Moscú vía Berlín, entra en contacto con una misteriosa mujer que va leyendo precisamente a Milton. Este alter ego escritor se despide unamunianamente de los personajes que le han ocupado hasta el momento, acaso los mismos que han sustentado la historia del paraíso perdido en Australia. En todo caso, Nooteboom necesita de la entrega y el concurso más eficaz de un lector activo. Su novela sólo se realizará plenamente si su público es capaz de enhebrar todas las piezas de un rompecabezas que deja amplios espacios de significado y de melancólica vaguedad abiertos a su cooperación.