La falta
Paula Izquierdo
21 julio, 2005 02:00Paula Izquierdo. Foto: Alberto Cuellar
Si algo prueban los ocho años transcurridos desde la publicación de la primera novela de Paula Izquierdo -La vida sin secreto- hasta esta tercera, La falta, es el convencimiento de la necesidad de la literatura para explorar lo más recóndito del ser humano. Prueban que su escritura crece, y sus temas también; que al tono envolvente de su primer libro se suman una intensidad y unos modos expresivos tan sencillos como elocuentes, capaces de una atmósfera densa, de un ritmo dosificado, de un relato exhaustivo y sutil, sostenido sobre una intriga abarcadora de dudas y contradicciones de las que resulta una trama embaucadora que constituye su mejor crédito narrativo hasta la fecha. Prueban, además, que su interés por hurgar en el mundo emocional no se despega de un hondo conocimiento de los entresijos del individuo; y también eso que defendió Martín Garzo cuando escribió que el mundo de la ficción lejos de rehuir la complejidad la asume como ningún otro mundo.La falta es el relato de una huida suspendida en el tiempo, de una estancia de siete días en una casa "rodeada de desierto y de mar", donde nada duela, de un tropiezo con una historia inesperada y de un viaje retrospectivo, hacia dentro. De un hombre -Pablo- 53 años, psiquiatra de prestigio, separado de su mujer, y, a base de atender conflictos ajenos, ejercitado en el oficio de negar los suyos. Es el sujeto de la voz que compone lo que considera la experiencia que le obligó a darse de bruces con la realidad. El detonante lo marca la muerte de su única hermana, Sara, diez años más joven, a la que apenas conocía; ignora la causa de la muerte, no comprende las emociones que ésta desata, por eso huye; pero "el desasosiego le pisa los talones". Porque no contaba con hallar, entre las escasas pertenencias de su hermana, un cuaderno cuya lectura activa una intriga que enfatiza el interés de todo lo que relata. Ella se desnuda en él, es escritora, está habituada a desdibujar lo real y lo ficticio, pero es Sara, y sus palabras la traducen herida por toda su historia de dolor. Nada es explícito pero él sabe leerlo, y siente que le señala una falta que desmonta su armadura emocional. ése es su relato, y así lo contará años después, "ya con los pies en la vida y todo un porvenir que desear".